La lectura invisible

Edomex /

En México, uno de cada tres lectores de libros no se identifica como tal si no se le interroga con detalle acerca de si leyó algún libro o fragmento recientemente. El dato, proveniente del Módulo sobre Lectura (MOLEC) 2025 del INEGI, desnuda un fenómeno sociocultural profundo: el concepto de “lector” sigue asociado a un modelo tradicional —quien lee libros completos, preferentemente impresos y por gusto—, dejando fuera a quienes leen de forma fragmentaria, digital o por necesidad. La encuesta, por primera vez en los diez años que se aplica, captura esa lectura “invisible” mediante una pregunta de verificación, lo que permitió sacar a la luz a personas que, de otro modo, quedarían fuera del mapa lector.

¿Quiénes son estos lectores “ocultos”? De acuerdo con los resultados del MOLEC, 38.6% de las personas del sexo masculino declara leer solo tras una verificación (es decir, cuando se les pregunta si leyeron “aunque no se lea completo”), frente a 28.3% de las mujeres. Si la mirada se traslada a los grupos de edad, 38.6% de los jóvenes de 12 a 24 años se incluye en esta categoría, lo que refleja posiblemente lecturas escolares o digitales fragmentarias y utilitarias; de entre quienes tuvieron una educación básica incompleta, 35.4% lee “sin saberlo”, frente a solo 24.6% de quienes tienen estudios superiores. (MOLEC 2025, Cuadro 3)

Los números cuestionan el estereotipo del lector como aquel que devora novelas: hoy se incorporan a la estadística a quienes leen manuales, artículos, tutoriales, capítulos sueltos en pantalla… Al ampliar el concepto de “lector”, el INEGI dejó de invisibilizar prácticas legítimas por cotidianas y repetidas, y quizás también revela la falta de políticas públicas para fomentar en ellos la identidad como lectores.

Habrá quien considere lo contrario: que no puede considerarse lector a quien no tiene el hábito de leer ya sea una cuota mínima (la unidad hasta ahora había sido un libro), o bien, motivado por el deseo de leer sin mediación de ninguna necesidad práctica. Bien podría debatirse ese concepto; sin embargo, el dato obliga a repensar la “lectura” no como un acto binario (sí/no), sino como un continuum de prácticas con distintos grados de identificación: quien lee un manual de instrucciones puede no sentirse lector, pero está ejercitando la comprensión escrita. La identidad lectora, por tanto, no depende solo del acto, sino del significado social que se le asigna, lo cual concuerda con la teoría marxista del desarrollo psicológico del ruso Lev Vygotsky (1896-1934), para quien la adquisición de la lectoescritura no es simplemente un acto individual, sino que se desarrolla en el contexto de la interacción social y las prácticas culturales que rodean al individuo.

El Plan Nacional de Lectura, relanzado en 2023, centra sus esfuerzos en la distribución de libros y el fomento del uso de bibliotecas, pero los resultados del MOLEC sugieren que se requieren estrategias diferentes para enfrentar esta diversidad implícita en el nuevo concepto de “lector” que adopta el gobierno federal: “proceso de aprehensión de determinada información contenida en un soporte particular, a través de la interpretación del valor de ciertos códigos en palabras y frases dotadas de significado”.

México no es un país de no lectores, sino de lectores que no se ven en el espejo de la lectura tradicional; reconocerlos hoy es un paso para diseñar políticas incluyentes, porque la lectura, en todas sus formas, sigue viva: solo hace falta aprender a nombrarla.


  • Porfirio Hernández
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