Mascotas

Ciudad de México /

El desarrollo del amor y el apego, eso podría definir la relación que uno entabla con sus mascotas, esa forma de complementariedad que se logra en la vida personal al lado de un animal que te entiende elementalmente, pero lo suficiente para hacerte sentir completo.

Digo esto porque la literatura está poblada de las más diversas mascotas para celebrar esa relación silenciosa a veces entre dos seres vivos; una muy elocuente es relatada en la Odisea, cuando Argos, la fiel mascota de Ulises, reconoce a éste luego de diez años de ausencia, aun cuando para Argos, enfermo y cansado, ese reconocimiento sea el último acto de su vida. ¡Cuántas fidelidades se multiplican en la literatura! Otra mascota que alcanzó ese grado antes de ser un animal utilitario, es Rocinante, que llevó al Quijote de la Mancha a sus andanzas por el mundo, y que siempre fue su carácter “alto, sonoro y significativo”, de ahí su nombre inolvidable e inmortal para la historia de la literatura.

Sin embargo, el animal que yo más recuerdo es Platero, “el Marco Aurelio de los campos”, como bien lo bautizó su autor, Juan Ramón Jiménez, en ese libro fundamental de la prosa en español. Platero acompaña al protagonista de las reflexiones a un viaje interior por que el que el borrico es una referencia constante, por la parsimonia de sus movimientos y la paz de sus expresiones, que termina uno enamorado de la prosa literaria y un poco del animal también. Se trata de una lectura que deberíamos hacer por lo menos una vez en la vida, para ahondar en la visión del poeta y de cómo el animal que lo acompaña se vuelve también un protagonista fiel de esas reflexiones.

Habrá muchas personas que recuerden al zorro que cazaba gallinas y se aburría, cuando se topó con el Principito, a quien le explica que ser domesticado era el mejor modo de pasar a ser de un animal entre otros tantos en uno más especial. En verdad, esa razón es fundamental para entender el papel de las mascotas en la vida de cada uno, ya sea como compañía, otras como guía, y muchas más como interlocutor atento de nuestras soledades.

Con un animal se extiende nuestra capacidad de tolerancia y comprensión, pues sabemos de antemano que llevamos esa responsabilidad, si en verdad queremos apropiarnos de la relación que se establece con una mascota. Estoy seguro de que todos tenemos una anécdota relacionada con una mascota, sea cual fuere ésta, y seguro cuenta como una de las más importantes de nuestras vidas; es normal que eso suceda, si en verdad hemos hecho nuestra esa relación.

Por todo esto es que cuando la mascota propia muere, la pérdida es muy significativa para uno, incluso hay quienes la resienten más que la pérdida de una vida humana; se entiende: una mascota puede representar nuestras mejores capacidades amatorias, y en ellas reflejas, las emociones de la complementariedad que nos vuelve un ser integral y completo. Ánimo a quien ha perdido fatalmente a una mascota, que esa vida no fue en vano: ambos se tuvieron y se disfrutaron, para darle así sentido a la vida misma.

Porfirio Hernández

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  • Porfirio Hernández
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