Conacyt se empeña en buscar imponer una visión ideologizada de la ciencia, totalmente acorde con la visión maniquea de su Directora General (DG). Tanto las reformas al reglamento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) que recientemente aprobó Conamer, como la propuesta de Ley General de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (LGHCTI) que la DG entregó en diciembre al Presidente de la República, pretenden generar fábricas de ciencia a su servicio, en donde el conocimiento se cocine sólo con los ingredientes de sus muy particulares filias y fobias.
Un número importante de científicos se rehúsa a manifestarse sobre tan importante tema. Asumo que por miedo a perder su trabajo o porque se concentran tanto en su meta –la ciencia y su productividad– que ignoran la grave amenaza que afectará su trabajo y su creatividad. Lo que todos sabemos, aunque algunos prefieren ignorar, es que doblar las manos nunca ha sido relevante para ninguna causa y sólo genera que quienes quieren imponer su voluntad lo hagan con más libertad. Ningún tirano ha sido condescendiente con los derrotados, si acaso los hace sus súbditos privilegiados, hasta que dejan de ser incondicionales y caen en desgracia. Con la aprobación del nuevo reglamento del SNI como antecedente, puede preverse que, de persistir la sordera oficial actual, será también aprobada “sin cambiarle una sola coma” la propuesta de LGHCTI del Conacyt, a pesar de la existencia de otras propuestas mucho más sólidas, consensadas y enfocadas en el desarrollo de la ciencia nacional. Con la nueva LGHCTI el desarrollo del país y la ciencia nacional entrarían en un declive aún más grave, la única ganadora sería la DG quien, con el pretexto de resolver los problemas nacionales (que ella define), quiere dictar los temas a investigar y vetar aquellos que le desagradan. Quiere hacer de esas instituciones fábricas de ciencia con los científicos siguiendo sus órdenes supremas. Como dueña absoluta que es hoy del Conacyt, y como dueña que sería de la totalidad de los recursos públicos nacionales de CTI, de los temas a investigarse, de los criterios y de las comisiones dictaminadoras del SNI, la DG manejaría a investigadores e instituciones a su antojo. Dictaría, desde su trono incontestable, cómo habrían de repartirse los recursos (como ha hecho con los Pronaces). Aquellos que cumplan con sus exigencias serán premiados con recursos institucionales y personales. De esta manera sometería a todas las dependencias públicas, incluyendo las Secretarías de Estado, que hoy cuentan con recursos federales para hacer investigación. También jugaría a su antojo con la autonomía universitaria y tendría como peones de su muy personal agenda a todos los científicos del país que quieran pertenecer al SNI.
Parece broma, pero es más bien una tragedia. No se trata de una simple pelea entre grupos antagónicos. Se trata de evitar que la ciencia mexicana entre en el capítulo más oscuro de su historia. Se trata de evitar que la actual administración de Conacyt someta a todas las instituciones públicas a un control ideológico de sus capacidades de investigación científica e imponga en los hechos –por la vía del control del presupuesto y de los órganos encargados de su asignación– sus muy particulares dogmas. La DG ha quitado con amenazas a Directores de Centros Públicos de Investigación, decidió ahogar económicamente al Foro Consultivo Científico y Tecnológico AC y a la Academia Mexicana de Ciencias, sacar del SNI a los investigadores de las instituciones particulares y, ahora, a aquellos que no estén en sus Pronaces; intentó sacar de las comisiones y órganos de decisión a los científicos que han levantado la voz para denunciarla. ¿Quién sigue? ¿Los extranjeros que trabajan en instituciones públicas? ¿Los que no cumplan sus rituales de alabanza y sumisión? ¿Acaso los que tenemos la osadía de alertar sobre sus intenciones? Vayamos formando una fila.
Rafael Bojalil
Profesor/Investigador del Departamento de Atención a la Salud. UAM-X.