He hablado con mi viejo amigo el legendario Isaac Quiñones, quien tiene más años que Matusalén. Nació según su decir en la ciudad de México el año de 1929 es decir hace 92 años. Hijo del general Isaac Quiñones, militar que luchó en la batalla de Celaya al lado de Álvaro Obregón. Apenas con once años, perdió su afición a la fiesta de los toros, al asistir de la mano de su progenitor a la plaza del Toreo de La Condesa y presenciar horrorizado la fatídica cogida mortal de “Cobijero” de Piedras Negras al torero de México Alberto Balderas. “No quise saber nunca más de corridas de toros”. Con el paso del tiempo y aliviado del incipiente trauma, se dedicó a jugar con los chavales de su tiempo, en los terrenos de la ladrillera que servirían para la construcción de la Monumental Plaza de toros México “Era un inmenso cráter”-dice “en donde usábamos las pendientes, como rampas para deslizarnos encima de improvisados surfeadores”. Impactante fue el día en que en compañía del empresario Tono Algara, fuimos al aeropuerto a recibir al Monstruo de Córdoba, Manuel Rodríguez Sánchez Manolete. El día de la esperada inauguración del Coso de Insurgentes, se colgaron en las taquillas los carteles de “No Hay Billetes” para ver a Luís Castro El Soldado, Luís Procuna y Manolete con bureles bien criados –decía la publicidad, de don Antonio Llaguno. San Mateo. “A unas cuadras de donde vivíamos, vivía también, Alfredo Leal, El Príncipe del torero, quien noviaba con mi hermana, aunque ésta finalmente, cambió las lanzas por cañas y prefirió casarse con el cantante franco suizo André Toffel autor de le celebérrima Cet’ ci bon”. Con el paso de los años por supuesto, de haber echado la capa y recibir un par de cates, a los que les debo haberme quedado sin dientes y recibir una cornada en la clavícula, me hice amigo de toreros de la talla de Lalo Vargas a quien uno de sol, gritó; cuando Vargas colocaba extraordinarios pares de banderillas: ‘Con esas nalgas a torearme salgas’.” Isaac Quiñones cultivó entrañable amistad, con el mejor muletero del mundo Manuel Capetillo y se hizo querer y respetar de sus hijos Guillermo, Manuel y Eduardo así como de su viuda Lorenza Voyer. Hizo torear en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla a Alejandro Cano Canito, quien tiró la sarga, tomando la de los olivos, dejando contratos para actuar en Valencia, Antequera y repetir en Sevilla después de su exitosa presentación. Ya en México la mala influencia de un amargado diestro, Antonio Duarte El Nayarit, impidió que Canito debutara en la Monumental de México “debido a su escasa preparación”-dijo. Mentor de toreros como Silvano González Gallito y José Pepe Murillo a quien veía como sus hijos, Isaac Quiñones vive de sus recuerdos, los mismos que son muchos no sin lamentarse de lo mal agradecidos que suelen ser algunos toreros, sobre todo aquellos que supieron de las mieles del triunfo gracias a sus empeños. La historia vale un libro.
Isaac Quiñones
- Umbral
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Ramón Macías Mora
Ciudad de México /
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