El sábado pasado, con una tómbola en el Senado de México, se definió que jueces y magistrados federales serán despedidos, para que sus cargos sean votados en 2025. Fue la suerte la que decidió el futuro de los 850 juzgadores que sin mediar una evaluación ni un juicio que determine si tienen malas prácticas o son corruptos, se van. La otra mitad lo hará en el 2027. Sus puestos serán ocupados por abogados electos por voto popular el próximo 1 de junio de 2025.
La convocatoria pide que los aspirantes sean abogados titulados, con promedio de 8 en materias “afines”, presentar pruebas de que ha litigado por cinco años, adjuntar cinco cartas de recomendación y un ensayo. No habrá exámenes de oposición, ni de conocimientos ni experiencia en la carrera judicial. Sorteando esos primeros requisitos, tendrán que pasar por el filtro de los tres comités de evaluación: el del Congreso, el de la Presidencia y el mermado Poder Judicial. Esos comités serán quienes definirán la suerte de quienes estarán en la terna finalista que será votada por los ciudadanos. Por cierto, dice la Reforma que esos comités de evaluación estarán integrados por personas de “reconocido” prestigio.
La Reforma Judicial que promovió López Obrador y ratificada por Claudia Sheinbaum ya es un hecho, no hay vuelta atrás. Por la forma en que se aprobó, es evidente que la motivación que tuvo el expresidente fue el apoderarse del poder que no se sometió a sus caprichos. Acabar con la corrupción y el nepotismo fue el pretexto perfecto, no había forma de defenderlo.
Ante los hechos consumados, caben las siguientes preguntas: ¿Esta nueva forma de elegir a los juzgadores garantizará que ahora sí vamos a tener un verdadero estado de derecho?, ¿Se reducirá el índice de impunidad que supera el 97 % en los delitos de acuerdo con México Evalúa?, ¿La impartición de justicia tendrá mayor calidad, independencia e imparcialidad?
Nadie lo puede asegurar hoy, ni en cuánto tiempo ocurrirá. Serán años.
La reforma de 2014, cuando se implementó el sistema de justicia acusatorio (juicios orales), fue considerada como la más importante y trascendente de los últimos 100 años, pero sigue en proceso de implementación.
Tener justicia no solo debe ser cuestión de suerte.