La semana pasada tuve la oportunidad de entrevistar a Tommy Hilfiger. El legendario diseñador y empresario vino a México con motivo de los 30 años de su marca en nuestro país —fue la primera marca que trajo Grupo Axo— y tuve la oportunidad de platicar con él en un evento para jóvenes y emprendedores.
Confieso que sabía poco de la marca. Como todo mundo, la asociaba con las supuestas declaraciones racistas del diseñador —algo que resultó ser absolutamente falso (nunca sucedió la entrevista). En todo caso, me sorprendió lo grande que es hoy Tommy Hilfiger.
El año pasado la marca habría generado ingresos de 9 mil millones de dólares —prácticamente igualando a Puma y por encima de Ralph Lauren, Levi Strauss, Abercrombie & Fitch, Burberry o Ermenegildo Zegna. Hilfiger es especialmente relevante fuera de Estados Unidos, y México en particular es un país en el que les va muy bien. Aquí tienen al menos 65 boutiques, además de presencia en la mayoría de las grandes cadenas departamentales.
Tommy Hilfiger, como marca, nació en 1986. Su popularidad despegó casi desde el principio, ayudada en gran medida por una arriesgada campaña publicitaria que la comparaba con las marcas más importantes de los 80. En 1992 se convirtió en la primera marca de moda en hacer un IPO en Nueva York. Sin embargo, le fue difícil vivir como empresa pública y para 2005, una firma de private equity la privatizó en una transacción de mil 600 millones de dólares. Cinco años más tarde, Phillips-Van Heusen —la empresa que está detrás de Calvin Klein— pagó 3 mil millones de dólares para quedarse con Tommy Hilfiger.
El fundador dejó de ser dueño de su marca (y de su nombre) desde hace más de 20 años. Hoy es el “diseñador principal” y alguien que, según la empresa, sirve como guía e inspiración para la marca. Es también su imagen —una especie de embajador que recorre el mundo promoviéndola. Su fortuna personal se estima en 450 millones de dólares.
De la entrevista como tal, destacaría tres ideas. Primero, le pregunté qué sentía de no tener control sobre su nombre: su nombre es hoy una marca global, controlada por una empresa, y aunque él tiene injerencia sobre uso, es evidente que está fuera de sus manos.
Después hablamos de los retos que ha enfrentado a lo largo de su historia: es famoso porque en las entrevistas no le saca la vuelta a reconocer en lo que se ha equivocado y habla con detalle de los momentos difíciles. Resulta muy interesante que un empresario de este nivel esté dispuesto a explicar con claridad y honestidad este tipo de situaciones.
El día que lo vi, Tommy Hilfiger había estado antes en varios eventos, y en la noche, después de la entrevista, tenía programada una cena y luego asistir a una fiesta en su honor. Después planeaba volar de regreso a Estados Unidos. Tiene 73 años.
Me dejó pensando en eso. Digo, se ve perfectamente bien de salud y estaba de muy buen ánimo. ¿Pero cómo es la motivación del emprendedor, que incluso después de los 70 te sigue llevando a otros países a hablar de tu marca? Es difícil creer que su viaje a México vaya a tener un impacto significativo en el desempeño de su empresa (o en su vida). No lo va a hacer ni más ni menos rico. Sin duda, es supercansado hacer este tipo de viajes y estar atendiendo a medio mundo. ¿Qué necesidad tiene él de andar aguantando preguntas o de andar sonriéndole a todos en la fiesta?
El drive de los emprendedores es diferente. Es irracional. Pero es también indispensable para construir algo valioso y que tenga capacidad de perdurar a lo largo de varias décadas.