Dos palabras, un linchamiento

  • Itinerario político
  • Ricardo Alemán

México /

Está claro que fue un error de mi parte retuitear —en modo imagen— el mensaje de Leticia Maldonado, donde recordaba que algunas personalidades han sido víctimas de sus propios fanáticos.

Y también fue un error utilizar solo dos palabras: “Les hablan”, a manera de advertencia —o llamada de atención— a “los chairos” con los que mantenía una breve escaramuza que solo era de tres, en la red social del pajarito. (El minuto a minuto se puede consultar en www.laotraopinion.com.mx)

Hasta ahí un juego de palabras como hay millones en redes.

Sin embargo, también es cierto que ese descuido de mi parte fue capitalizado con fines de linchamiento por los escribanos al servicio de Morena y por sus millones de bots, que convirtieron el tema en tendencia mundial.

Lo cuestionable del asunto, sin embargo, es el trato diferenciado que dan las redes a sus amigos y a los que consideran sus enemigos. Muchos recuerdan a Taibo II llamar “a fusilar en el Cerro de las Campanas” a los herejes de Morena. A pesar de la incitación a la violencia, nadie convirtió en tendencia ese video.

En cambio, un inocuo “Les hablan”, sacado de contexto y manipulado perversamente, desata a los matones de redes que en minutos se instalan en jueces morales, éticos, legales; se vuelven juez y parte, sentencian y mandan a la pira a la presa.

Y ay de aquel que caiga en manos de esa jauría rabiosa, porque ya no hay lugar para la razón, la explicación, la prueba y la contundencia de los hechos. No, lo que importa es la siembra de odio y la destrucción de la presa.

Pero lo revelador no es la venganza de los escribanos a sueldo, su retorcida perversidad y tampoco el linchamiento montonero de quienes sin saber el fondo del asunto se lanzan feroces y babeantes contra su presa.

No, lo que verdaderamente asusta es el culto a la estupidez, al maniqueísmo, al odio y a la masiva incitación a cancelar una de las libertades fundamentales en democracia, la libertad de expresión, la misma que censuró la serie Populismo en América Latina.

Y es que “los prohombres” de Morena exigieron masivamente cancelar las redes de la presa; exigieron el despido del pecador al que le fabricaron el pecado imperdonable y, en el extremo, los hubo incluso quienes se dijeron dispuestos al linchamiento más allá de las redes. Y de esas abiertas amenazas de muerte nadie se ocupa, nadie dice nada, porque la consigna es acabar con el enemigo número uno de Morena.

Pero hay más. Resultó insólito que intelectuales reputados, escritores afamados y opinantes de prosapia se hayan tragado el sapo con todo y las serpientes. ¿Conocieron todos estos personajes el origen de la escaramuza que produjo el “Les hablan”?

Seguramente nos equivocamos en las formas, pero también es cierto que aquí siempre hemos condenado la violencia, el insulto, la amenaza. Y solo una cabeza retorcida y una masa de redes sedienta de venganza pudieron llevar el tema al nivel de tendencia mundial.

¿Y los intelectuales mexicanos? Nadie buscó y preguntó. Muchos se tragaron a puños los bocados de engaño, a ciegas y sordas. Por fortuna existen otras voces que explican el fenómeno de manera puntual.

Umberto Eco, frente a un grupo de periodistas italianos, dijo: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”

Javier Marías, en entrevista para El País: “Internet tiene cosas maravillosas, pero hay algo novedoso: la imbecilidad por primera vez está organizada. Hubo imbecilidad siempre; imbéciles iban al bar, hacían públicas sus imbecilidades, pero es ahora cuando se organizan, con gran capacidad de contagio. Y hay un problema añadido: la gente se acoquina ante los soliviantados internautas y se disculpa cuando no tiene por qué. Y la gente sufre represalias. Es matonismo”

Guillermo Sheridan, artículo en El Universal: “El artículo en cuestión trata de la visceral violencia que se esgrime contra los escritores en las llamadas redes sociales y en las zonas abiertas a los comentaristas, esos instantáneos tribunales inquisitoriales presididos por torquemadas digitales, orondos bajo los cucuruchos de su anonimato”.

Álvaro Uribe (Laberinto, MILENIO, 30 de julio de 2016): “Del ocio al odio hay una sola letra. Si te fijas, Calero el tuitero artero y sus compinches no odian a todo el mundo. Odian a quien envidian. A quien admiran secretamente. A quien se dedica a lo suyo sin alardes. Sin prisa.

“Te odian porque se saben incapaces de ser alguien mejor”.

¿Así, o más claro?

Al tiempo.

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