De los muchos valores que atesoro de esa magnífica herencia de mis padres sobresalen la lealtad y la gratitud.
Lealtad a los ideales y los principios; lealtad a la amistad, al amor y la congruencia. Y gratitud a quien en algún momento abre su puerta y me invita a pasar a su casa.
La tarde de ayer, luego de una larga plática con Carlos Marín, director general editorial de MILENIO, tomé la decisión de poner fin a la colaboración diaria, el Itinerario Político, en esta casa editorial.
La razón, precisamente la lealtad a mis principios, mis ideas y opiniones y, en igual medida, a la gratitud y la hospitalidad de una familia de bien, los González.
Y es que luego del linchamiento orquestado en mi contra para tratar de aniquilar a una voz crítica y, en general, del ataque a libertades fundamentales para la democracia mexicana —como la de expresión, a disentir y criticar—, concluí que mi permanencia en MILENIO resultaba dañina para la casa que me abrió la puerta.
Como saben, dos palabras —“Les hablan”— fueron sacadas de contexto, manipuladas para hacer crecer y creer la perversión de que se trató de una incitación a la violencia y llevadas al maniqueísmo de las redes, hasta crear una tendencia mundial. Decir “les hablan”, según el maniqueísmo de las redes —y de quienes orquestaron el linchamiento—, es invitar a un atentado contra un candidato presidencial.
Detrás del linchamiento está la mano de Morena —lo hemos probado—, el partido más interesado en callar nuestra voz y la de todos aquellos que han advertido sobre el peligro que significa para la democracia la eventual llegada al poder de Morena.
Lo preocupante del caso es que los incitadores al linchamiento en mi contra son los mismos que se dicen de izquierda, aquellos que en los años 60, 70 y 80 cuestionaban, por ejemplo, el golpe a Excélsior, a El Día; los que gritaban contra la “prensa vendida”, los que acusaban a los gobiernos de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo de represores, censores y violadores de la libertad de expresión, del derecho a disentir y a criticar.
Y es que aquellos que lincharon a Ricardo Alemán, que pidieron su cabeza en la plaza pública, que a tuitazos exigieron su despido de Televisa, de Canal 11 y de MILENIO, son los modernos Torquemada, los nuevos Díaz Ordaz, la versión moderna de Luis Echeverría…
En el fondo, los que lincharon a Ricardo Alemán avisan a todos los mexicanos lo que será el trato con los críticos en un gobierno de Morena: el que se atreva a disentir será linchado. Y desde hoy muchos ya les temen.
Pero hoy pueden presionar para que Ricardo Alemán sea despedido de todos los medios posibles, pero en el fondo van contra las libertades fundamentales de todos los ciudadanos. No callan a Ricardo Alemán —al que no callarán—, cancelan las libertades y la democracia mexicana toda.
Y si hoy nos difamaron y calumniaron, si fueron capaces de un montaje monstruoso como el que hizo recular a Televisa y puso en peligro la marcha de MILENIO —por las presiones de dentro y fuera—, mañana será cualquier otro crítico de Morena y pasado mañana será tal o cual medio, empresa o institución mediática. Las experiencias cubana y venezolana, entre otras, nada han enseñado.
Hoy habrá fiesta en Morena, festejarán que Ricardo Alemán pierde otro espacio gracias a su exitoso linchamiento, gracias a que desde el alba empezó la persecución de los críticos y la aniquilación de la crítica.
Y habrá fiesta en redacciones y entre colegas que brindarán por la victoria del odio y la intriga en los polarizados tiempos electorales.
¡Que siga la fiesta…! ¡Total, los carniceros de hoy serán las reses de mañana!
Al tiempo.
En el camino
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