Está claro que, en tanto ciudadano con derechos plenos, Ricardo Anaya —presidente nacional del PAN— tiene derecho a hacer de su vida personal, profesional y política, lo que le plazca.
Tiene derecho, por ejemplo, a sacar a su familia del país, ponerla a salvo de la violencia criminal, de la mala educación, las feas costumbres, la insalubridad, contaminación, tráfico infernal y todos los males que aquejan a los mexicanos comunes y corrientes.
Tiene derecho a vivir en las mejores condiciones posibles, las mayores comodidades imaginables y hasta convertirse en mártir de las líneas aéreas comerciales; en viajero frecuente a pesar de su salud, de tener dos casas en dos países distintos, con una doble vida y hasta tiene todo el derecho a exigir una réplica a todo lo que aquí se diga y se critique sobre su desempeño político.
Sin embargo, también tiene obligaciones.
Por ejemplo, en tanto presidente de un partido político, Ricardo Anaya es un hombre público y un ciudadano obligado a transparentar, por ejemplo, sus ingresos y sus gastos. ¿Por qué razón?
Porque los partidos políticos son —según el artículo 41 constitucional— entidades de interés público.
¿Y eso qué quiere decir?
Elemental, que los partidos políticos viven del dinero público, que los dirigentes de esos partidos reciben un salario y viven del dinero público y que, por lo tanto, deben responder sobre el presupuesto asignado a los partidos y los ingresos de su dirigente y de toda la burocracia partidista.
¿Cuánto gana Ricardo Anaya?
¿Cuáles son sus gastos como dirigente, como político, militante y cuál es la relación entre sus ingresos y los gastos en una de las casas donde vive, y en uno de los países en los que pasa la mitad de su tiempo?
¿Cuánto le cuesta al señor Ricardo Anaya la comodidad, la seguridad, la educación, transporte, alimentación, vestido, y el esparcmiento de su familia en la segunda casa del segundo país que eligió para vivir?
Todas esas preguntas las tiene que responder el señor Anaya, no solo en tanto dirigente de un partido político que es —como ya se dijo— entidad de interés público, sino que también son preguntas que el señor Anaya debe responder en tanto político, en tanto jefe del partido emblema de la honestidad y la transparencia y del segundo partido de importancia en México; en tanto aspirante presidencial.
¿Qué tiene que decir Ricardo Anaya no solo sobre una doble vida, sino de la doble moral que pregona?
Y es que resulta cuestionable, por donde se quiera ver, que un político mexicano de primer nivel, que vive de y para la política, que se dice defensor de México y de los mexicanos, en los hechos prefiere poner a los suyos a resguardo en otro país, cuando duda de la capacidad de la educación, la seguridad, el bienestar la salubridad… que ofrece su país.
¿Qué significa que un político mexicano, que aparentemente solo vive de la política, haya realizado 121 viajes a la ciudad de Atlanta, durante 34 meses. Viaja a EU cada cuatro ocasiones al mes, en promedio?
La respuesta es elemental. Porque prefiere la ciudad de Atlanta para vivir, para educar a su familia, para ver crecer a sus hijos, para que tengan seguridad… para estar mejor que en México. Y tiene derecho a ello, pero que no venga con sermones de moralidad y honestidad.
Peor aún, si ese político mexicano solo vive de la política, y si la política le da un salario que proviene de dinero público, entonces estamos hablando de que el dinero público, el dinero de los contribuyentes sirve para mantener los privilegios de Ricardo Anaya. También tiene derecho a ello, pero entonces que no pretenda dar clases de moral.
Por eso las preguntas.
¿Ese político incongruente es el que quiere ser Presidente de México?
¿Ese político es el que encabeza al segundo partido más importante de México y el emblema de la transparencia y la honestidad?
¿Ese es el ejemplo de político mexicano honesto?
¿Esa es la responsabilidad “ejemplar” de políticos mexicanos como Ricardo Anaya?
¿Esa es la congruencia del jefe nacional del PAN?
Si es así, el ejemplo de Anaya es el de “¡vamos todos de mojados, a buscar el milagro americano!”.
La doble moral de algunos panistas como Ricardo Anaya.
Al tiempo.