La evasión fiscal: una forma de corrupción

  • Columna de Ricardo Cacho
  • Ricardo Cacho

Ciudad de México /

Imagina a una persona que tiene en su posesión una cierta cantidad de dinero, digamos 3 millones de pesos. Vamos a suponer que ese dinero no es suyo, solamente lo custodia. Esos 3 millones de pesos son del Estado mexicano, están destinados al gasto público. Sin embargo, esa persona decide utilizarlos para su bien personal. Desvía el destino legal de esos recursos para comprarse un automóvil deportivo: convertible, 4 plazas, 8 cilindros, 500 caballos de fuerza, color plata metálico. Quizá hasta lo registra a nombre de su esposa, para no tener que declararlo.

Seguramente asumes que se trata de un típico caso de corrupción: el famoso ex gobernador que se apropia del dinero de los mexicanos o el jefe de la empresa paraestatal que se queda con una tajada de lo que se debiera usar para la exploración petrolera. Pues no. Se trata de un ciudadano, sin puesto en el servicio público, sin fuero, sin investidura gubernamental. En efecto, estoy hablando de una persona que simplemente decide no pagar sus impuestos. Ganó 10 millones de pesos en sus actividades comerciales del año y le correspondía pagar 30% de impuesto sobre la renta. La Constitución mexicana y las leyes federales señalan expresamente que esos 3 millones son de los mexicanos. No le pertenecen a esa persona, sino a todos.

La evasión fiscal es una forma de corrupción. Como se desprende del ejemplo anterior, las similitudes son innegables. Con la evasión fiscal el dinero de toda la población también se desvía a intereses personales, igual que en los delitos clásicos de corrupción. Se trata de un ciudadano corrupto, en lugar de un funcionario corrupto. Además, se debe resaltar que esa persona disfruta de los bienes y servicios públicos que el resto de los contribuyentes sí pagaron, mientras él no paga nada. Las calles y el propio asfalto por donde ruedan las llantas de su convertible fueron patrocinadas por los recursos que los demás mexicanos aportaron.

Alguna vez escuché a una persona preguntar: “¿Para qué pago impuestos si tantas personas no lo hacen?” El dejar de pagar impuestos con esa premisa es equivalente a resolver el problema del medio ambiente diciendo: “¿Para qué cuido el agua si veo a mi vecino desperdiciarla todos los días?”. Más allá de que la evasión fiscal es un acto ilegal, se pagan impuestos porque es una necesidad para el bien común del país. Como el cuidado del agua. La palabra que usa la Constitución es ilustrativa y conlleva toda una filosofía: “contribuciones”. El diccionario define “contribuir” como ayudar y concurrir con otros al logro de algún fin. Si todos hacen su contribución, el país progresa en beneficio de cada uno. Gandhi decía, “conviértete en el cambio que deseas ver en el mundo”. A quien se está preguntando si paga o no paga sus impuestos: que no olvide el parentesco que la evasión fiscal tiene con la corrupción.

No solamente nos beneficiamos nosotros individualmente —y nuestras familias— con el gasto público, sino que beneficiamos a los demás que forman parte del entramado nacional. Sobre todo, se beneficia a los más necesitados. Por tanto, se vuelve un tema de fraternidad. Quizá algunos puedan pagar un hospital privado para atenderse clínicamente o pagar guardaespaldas para su protección, pero la mayoría no puede. Para la mayoría la salud, la seguridad y la educación dependen del pago de impuestos de todos. Si una persona gana 10 millones de pesos o más en un año, mayor es su responsabilidad frente a los demás. Eso es el principio de proporcionalidad en materia fiscal; entre más recursos obtiene alguien, mayor la cantidad que debe contribuir. Mayor es la diferencia que puede hacer esa persona por México. Y eso se regresa. Si consideramos que el gasto público patrocina los semáforos que cruza el dueño del coche deportivo, esos recursos cuidan su propia vida.

Henry Ford cambió el mundo con la invención del memorable automóvil Modelo T: descapotable, 20 caballos de fuerza, con una velocidad máxima de 40 millas por hora, color negro. El auto para la gente común. “El señor Ford nos ‘levantó’ del lodo”, decían en las zonas rurales. Su idea consistió en utilizar una línea de ensamblaje en la cual cientos de personas aportaban una pequeña adición a la construcción de cada auto. Y la clave de su emprendimiento no solo fue esa. También se comprometió a compartir las utilidades de su empresa —de su idea— con cada uno de sus trabajadores, incluso sumando a mujeres y discapacitados a la fuerza laboral; algo inaudito en 1914. Con la suma de ‘contribuciones’ y ‘levantando’ a los más desamparados, se logran grandes cambios.

*Director general de Control Procedimental.
Subprocuraduría Fiscal Federal de Investigaciones.
Procuraduría Fiscal de la Federación

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