Desde el inicio de su mandato el presidente López Obrador, ha denostado sistemática y progresivamente a las clases sociales medias y altas, acusándolas de conservadoras, corruptas y explotadoras.
Por el contrario, ha enaltecido a la entelequia que él denomina el pueblo bueno y sabio, como el epítome de las virtudes cívicas y democráticas.
Así ha dividido a la ciudadanía en dos polos opuestos, cuyos ánimos se crisparán más en estas elecciones.
Muchos califican esto como politiquería.
Pero en el fondo pudiera haber la tentación de aprovecharla para provocar una lucha de clases sociales e imponer un régimen socialista.
Al efecto, consideremos lo siguiente:
“Marx y Engels sostienen que la lucha de clases es la fuerza motriz que causa los cambios históricos socioeconómicos.
Ellos dicen que las confrontaciones en las sociedades divididas en clases antagónicas, se resuelven en una revolución social.
Y esa revolución es la forma suprema de la lucha de clases que, necesariamente, lleva a la dictadura del proletariado y a la abolición de la propiedad privada y las libertades”.
En ese contexto, los intereses de cada clase son irreconciliables y la lucha política electoral tiene una importancia decisiva para el cambio de régimen político.
Hasta ahora, en lo general, la respuesta de las clases medias y altas a los embates presidenciales ha sido la propagación de memes que insultan y denigran a los partidarios de MORENA.
En vez de eso, deberíamos evaluar la teoría de la lucha de clases y el peligro incubado en la crispación de una sociedad dividida y manipulada políticamente.
Los líderes de los sectores productivos deben contestar los ataques con proposiciones de progreso equitativo social y económico.
Único antídoto capaz de evitar que en algún momento detone la violencia latente en la confrontación entre las clases sociales.
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