Por si usted no se había percatado, el tema del “narco mexicano” es, junto con la migración y el fentanilo, el telón de fondo de la próxima elección presidencial de nuestros vecinos del norte.
Ni Oriente Medio, ni Ucrania, ni China… vamos, ni Hamás, ni Hezbolá, ni Irán. Ninguno de estos actores, países y conflictos —que realmente podrían desatar hasta una conflagración mundial— están en la agenda electoral de lo que se define el próximo martes 5 de noviembre en Estados Unidos.
Son “México”, “los cárteles del fentanilo” (especialmente Sinaloa) y los “narcopolíticos” lo que está impregnando la agenda electoral (realmente, electorera) de esta temporada. Así lo decidieron los estrategas de campaña de ambos partidos y candidatos.
La única diferencia es la táctica que utilizan unos y otros. Mientras que los republicanos nos toman como la piñata de su patio trasero y anuncian la paliza que nos van a propinar, si llegan al poder (muro e invasión militar incluidos), los demócratas nos toman de tablero de ajedrez geopolítico y mueven sus piezas (más bien, las sustraen) sin siquiera informar cómo lo hicieron.
La situación, pues, no se debe soslayar ni minimizar. En más de dos siglos de relaciones diplomáticas entre ambos países, y después de la pérdida de casi la mitad de nuestro territorio nacional en 1848, no es una exageración afirmar que estamos ante una amenaza inminente por la “guerra del fentanilo” y su uso político-electoral.
En la elección presidencial en curso, republicanos y demócratas se están confrontando para demostrar cómo resolverán esa amenaza a la seguridad nacional que representa la frontera sur de su país. Los primeros se muestran como duros y rudos, y hablan de sellar la frontera con el muro más largo y alto jamás construido en la historia de la humanidad (no dicen nada de los túneles que hay debajo de ese muro) y de declarar “terroristas” a las organizaciones de narcotraficantes para poder invadir México con solo un aviso fast track al Congreso.
Los demócratas, por su parte, se muestran como más eficaces y diligentes, y con la entrega, captura o sustracción de los dirigentes del cártel más peligroso del mundo (el de Sinaloa), sin disparar un solo tiro, sin movilizar un solo soldado y sin gastar un solo dólar del presupuesto, tienen ya en la cárcel al capo por el que se ha ofrecido la recompensa más grande en la historia criminal de la Unión Americana. El mensaje de los demócratas al electorado es muy claro: para atrapar a los traficantes del fentanilo no se requiere movilizar a los artillados marines, sino a los cops de inteligencia.
Vienen los meses más rudos de la campaña estadunidense y, por tanto, los meses más duros para la relación bilateral. El Mayo podrá ser usado como un histrión por los republicanos o como un alfil por los demócratas; todo lo que salga de su juicio o de su defensa habrá que tomarlo como lo que es: una estrategia para avanzar en lo electoral (los demócratas) y un servicio para reducir la condena y obtener beneficios (la defensa).
Ya vimos que, desde el primer comunicado, El Mayo mintió: ni el gobernador de Sinaloa estaba en Sinaloa ni el diputado electo Cuén Ojeda fue asesinado en el lugar de la supuesta reunión. Pero como sucede en cualquier guerra política, en la del fentanilo, la desinformación y la infodemia son armas centrales.