El éxito en la vocación política hoy depende de una habilidad que antes era menos relevante: destreza para competir en el terreno de la economía de la atención.
Se atribuye al político mexicano Carlos Hank González la sentencia que dice “político pobre, pobre político.” Podría actualizarse para advertir que un político sin capacidad sobresaliente para llamar la atención no es político.
Ya no se trata sólo de contar con recursos económicos para darse a conocer y ganar el voto, además hay volverse viral el mayor número de veces.
En la edición de ayer, el New York Times publicó una nota sobre la cantidad de escándalos que Donald Trump ha proporcionado a la economía de la atención durante los 329 días que van de su segunda presidencia: al menos uno por día.
Los temas importan únicamente por su potencia para lograr que se hable de ellos. Entre los más destacados estuvieron el regaño que puso al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, el discurso beligerante que dio en la ONU contra la propia ONU, la designación de los cárteles de la droga como organizaciones terroristas, o más recientemente el haber nombrado al fentanilo un arma de destrucción masiva.
Mientras más polémico haya sido el exabrupto, mayor ganancia obtuvo en una economía donde la atención es un bien escaso y por tanto muy valorado.
Pelean también este tesoro la publicidad, las noticias, los medios de comunicación, el comercio electrónico, los servicios digitales y la inteligencia artificial. Así como en la actividad empresarial quien atrapa la atención consigue riqueza, en la política lo que se obtiene son votos y por tanto poder.
La atención es poder y por eso la política se rige cada vez más por las reglas del espectáculo.
Trump da lecciones a la hora de explicar este fenómeno, pero hay otros; Zelenski, por ejemplo, que ha logrado prevalecer en la guerra entre Ucrania y Rusia por sus dotes de actor de televisión. Lo mismo podría decirse de Zohran Mamdani, el futuro alcalde de Nueva York, quien pasó de tener el uno por ciento de las preferencias a quedarse con el cargo porque fue capaz, sin dinero, de llamar la atención gracias a que se estrenó en las redes sociales como rapero.
Zoom: estamos entrando en una era donde más que por su ideología o su propuesta política, quien consiga el poder será aquella persona performáticamente mejor dotada para robarse la atención, durante el mayor tiempo posible.