Hoy es el favorito en las encuestas para gobernar la Ciudad de México. También parece serlo de la flamante líder de la cuarta transformación, Claudia Sheinbaum. Ha tenido un desempeño sobresaliente al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la capital. Logró que esa dependencia consiguiera una reputación que no había tenido en años, también que los delitos más lesivos para la sociedad descendieran.
Hasta hace poco tenía el dilema de acompañar a Claudia Sheinbaum en su carrera a la presidencia, como su carta más fuerte para enfrentar la violencia que acosa al país, pero igual cultivaba el deseo de suceder a su ex jefa. Al parecer ese dilema quedó despejado. En una entrevista otorgada al periódico La Jornada, que se publicó el pasado lunes 4 de septiembre, declaró sin ambigüedades que estaba listo para enfrentar el reto de la ciudad.
Si antes no se había pronunciado al respecto es porque, además del respaldo popular, quería conseguir el apoyo de la cúpula de la cuarta transformación, en primerísimo lugar, el del presidente Andrés Manuel López Obrador. Según se rumoraba, el mandatario no veía con buenos ojos sus aspiraciones por razones que, como suele ocurrir con los siseos de la política, nadie se molestó en aclarar.
Como bien apunta Manuel López Sanmartín, en una columna de opinión publicada el miércoles pasado, si La Jornada —órgano privilegiado de divulgación a propósito de lo que se dice y discute en Palacio Nacional— le dedicó la portada y un titular promoviendo su candidatura, tal cosa querría decir que el supuesto veto presidencial dejó de ser real, si es que alguna vez lo fue.
¿Qué más podría querer García Harfuch cuando todas las estrellas se alinean a su favor? Lo quiere la capital, lo quieren dentro de Morena, le tienen aprecio fuera del oficialismo, es la carta de la nueva líder del movimiento que gobierna el país y el Presidente en funciones no se opone a su participación en las próximas elecciones para la Ciudad de México.
Hay sin embargo una nube cargada de granizo que obscurece todo lo anterior. Un obstáculo legal que tiene un pie puesto en la Constitución capitalina y el otro en la legislación electoral. Si Omar García Harfuch no renuncia antes de las 11:00 am de mañana domingo, sus ambiciones sucumbirán con la misma fuerza que le habría encumbrado.
La Constitución capitalina establece como requisito definitivo para ser jefe de Gobierno de la ciudad haber dejado el mando en instituciones militares o policiacas antes de que comience el proceso electoral.
El artículo 32 de este texto hace una diferencia entre quienes son funcionarios públicos y quienes, además de serlo, ostentan cargos relacionados con el mando sobre tareas de seguridad.
Si García Harfuch fuese, por ejemplo, secretario de Educación o de Desarrollo Social, habría bastado con que se separara del cargo a más tardar el primero de marzo del año próximo, ya que la Carta Magna de la CdMx exige que la renuncia a tales responsabilidades se presente con, por lo menos, 180 días de anticipación.
Sin embargo, para el caso del secretario de Seguridad Ciudadana el requisito es mayor. Si quiere ser alcalde de la ciudad debe dimitir antes de que concluya la primera semana del mes de septiembre previo a la toma de posesión.
El artículo 359 del Código de Instituciones y Procedimientos Electorales de la capital contempla como forzoso que el Consejo General celebre, durante la primera semana de este mes, la sesión que abre el proceso electoral ordinario. Esta es la razón por la cual dicho Consejo ha sido citado mañana domingo a las once de la mañana.
Y, dado que la renuncia debe ocurrir antes de la sesión de mañana, si García Harfuch realmente quiere postularse como candidato debe presentar la renuncia a su cargo actual en las próximas horas.
Esto querría decir que la dupla Sheinbaum-García Harfuch comenzaría campaña con escasos cinco días de diferencia. Hay otros aspirantes dentro de Morena que esperaban tener una oportunidad. Por ejemplo, el senador con licencia Ricardo Monreal, Mario Delgado, presidente del CEN de Morena; Clara Brugada, alcaldesa de Iztapalapa, y hasta el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, que también se destapó hace unos días para mudarse de camiseta y volver a ser chilango.
Sin embargo, después de la renuncia de García Harfuch será difícil que estas aspiraciones consigan satisfacción. La distancia que lleva el todavía secretario de Seguridad no será sencilla de acortar una vez que se eche a andar la maquinaria.
Esta renuncia tomaría igualmente desprevenida a la oposición porque, a diferencia de otras opciones morenistas —como también refiere López Sanmartín— el aprecio por García Harfuch trasciende filias partidarias.
Asegura este superpolicía que él no es un político. Sin embargo, es bien sabido que suelen ser políticos quienes dicen una cosa así. García Harfuch es joven, pero cuenta con una experiencia política acumulada durante tres generaciones y eso se nota, no solo por la eficacia en el desempeño de sus actuales funciones, sino también por la manera con que se ha labrado una reputación favorable dentro de una clase política que tiende a ser muy mezquina a la hora de brindar reconocimientos.
Tic-tac, tic-tac, el reloj corre mientras se leen estas líneas. Si realmente quiere García Harfuch gobernar la capital, hay que avisarle que va tarde.