La primera voz que enderezó ataques en contra de Norma Piña fue la del primer mandatario.
Luego vinieron las publicaciones en la red como aquella composición firmada por @VicapPonch en la que se denunciaba a la ministra presidenta de la Corte como un problema, al tiempo que la imagen de una bala era promovida por ese usuario de Twitter como solución.
Ese mismo día otro sujeto que firma como @D’Angelo 4T posteó: “levanta la mano si quieres que se haga todo lo posible por destituir a la ministra Norma Piña”.
El sábado pasado, durante una marcha convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, un grupo de individuos incineraron en el Zócalo de la capital un figurín de cartón que pretendía representar, de nuevo, a la titular del Poder Judicial mexicano.
No se puede hacer como si estos hechos fueran irrelevantes. Hay una campaña de odio en contra de la ministra y su epicentro está en el seno del movimiento lopezobradorista.
Lo ocurrido recuerda a la tragedia que, el 5 de septiembre de 2017, sucedió en la ciudad de Bangalore.
La periodista Gauri Lankesh había adquirido notoriedad por su denuncia contra el hinduismo radicalizado que actuaba desde el partido del primer ministro de India, Narendra Modi.
Lankesh fue sobre todo combativa respecto de la polarización promovida por el gobierno y también contra los ánimos de linchamiento hacia las personas adversarias de Modi, entre las cuales se encontraba ella misma.
La periodista estaba por publicar un artículo a propósito de las fábricas de mentiras y las campañas de odio promovidas por los militantes del partido del primer ministro, el Bharatiya Janata (BJP).
Pero no llegó a hacerlo. Después de una larga jornada laboral, dos motociclistas la interceptaron frente a su casa. Uno de ellos disparó siete tiros y la mujer murió en el acto. Las investigaciones confirmaron que los asesinos pertenecían al integrismo radical del BJP.
El caso de Gauri Lankesh es hoy una constatación, a nivel planetario, de que las palabras de odio, pronunciadas desde el púlpito y diseminadas a través de las redes terminan destruyendo vidas.
Zoom: podría ser una injusticia reclamarle al presidente por actos que cometieron sus seguidores, pero no lo es exigirle que, desde el lugar privilegiado que él ocupa en la campaña inflamante de polarización, instruya para que cesen los ataques en contra de la ministra Piña.