Pospandemia económica:algunos salen, otros se hunden

Ciudad de México /
Ramírez de la O presumió el país “puede echar mano de diferentes sectores”. ESPECIAL

En México hay muchos Méxicos y eso es cosa buena, sin embargo, no lo es que, con ese argumento, se justifique tan grave asimetría entre las distintas personas que habitamos el mismo país.

Presumimos de nuestra diversidad, pero no hemos encontrado aún la fórmula para que no derive en persistente desigualdad.

Recién el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, festejó la diversificación que muestra la economía mexicana, la cual ha permitido que el país salga adelante después de la pandemia. “Una economía bastante diversificada –dijo en reunión con los consejeros regionales del banco BBVA– puede echar mano de diferentes sectores”.

Algunos de los datos que aportó en ese encuentro son alentadores, sobre todo para las personas cuyo ingreso depende de la manufactura, el transporte y algunos servicios.

Sin embargo, esa misma diversidad explicaría, como defecto, por qué la crisis de 2020 y el comportamiento posterior a la pandemia de covid-19 han afectado con gran asimetría las ciudades y poblaciones del país.

México se comporta como si fuese un archipiélago de muchas islas cuya suerte no es la misma y, por tanto, donde pobreza y riqueza tensan y conviven arbitrariamente bajo la misma nacionalidad.

La falta de cohesión nacional es evidente y por eso las buenas cifras de unas poblaciones terminan siendo los malos números de otras. No solo se trata de falta de solidaridad, sino de la necia negligencia respecto a lo que tendría que hacerse para igualar el piso, independientemente de la suerte que tenga cada quien.

El secretario Ramírez de la O presumió que durante el primer trimestre de este año México recibió una inversión directa nunca vista para un periodo similar, (desde que existen registros oficiales de este indicador): entre enero y abril se invirtieron en la economía del país, provenientes del exterior, mil 792 millones de dólares.

También mencionó con orgullo fundado que 19 de las 32 entidades federativas habían exhibido, para el mismo lapso, una tasa de crecimiento por encima del promedio nacional de 2022, es decir más de 4.8% del PIB.

Tres son los sectores que están haciendo funcionar al conjunto: manufactura de exportación, transporte y servicios (sobre todo turísticos). Es particularmente buena noticia que la industria de exportación presuma una tasa sostenida de crecimiento, desde hace ya 9 meses, superior a 1% trimestral.

También destaca como nota positiva la recuperación del empleo, comparado con los niveles que ese mercado tenía antes de la pandemia. Afirma el secretario de Hacienda que el indicador de referencia viene creciendo sin baches ni contenciones desde hace 22 meses.

Ahora bien, esta lluvia de buenas noticias no moja por igual las montañas y los valles mexicanos, ni las geografías del norte, el centro o el sur del país. Tampoco lo hace de manera similar entre mujeres y hombres o entre quienes consiguen ingresos gracias a un empleo bien pagado en una industria próspera que gracias a un pequeño negocio familiar dedicado a la venta de bienes al por menor.

La pandemia del coronavirus destruyó activos en una dimensión no vista por la actual generación. Ni la crisis de 1990, tampoco aquella que afectó al planeta a partir de 2008 tuvieron garras tan afiladas. En 2020 la caída de la riqueza nacional fue de 8.2%: una cifra que se dice rápido y que con la misma velocidad hizo que cerraran cientos de unidades productivas –establecimientos, fábricas, empresas, negocios– y con ello se perdieron millones de empleos.

Por las características desiguales del país este cataclismo, cuyas proporciones aún no hemos logrado cuantificar, no golpeó de manera similar a sus víctimas. Tampoco la recuperación pospandemia ha sido homogéneamente justa.

Un indicador que pega de gritos sobre esta asimetría es la tasa de desempleo. Mientras que en los estados dependientes de la exportación la regeneración de los puestos de trabajo ha sido acelerada, en las regiones donde el ingreso familiar proviene de los pequeños comercios no ha habido igual recuperación.

Ha sido ejemplar el desempeño de Tijuana, Juárez o Reynosa donde hoy las tasas de ocupación son las más altas del país. En cambio, en ciudades como Villahermosa, Tapachula, Cuernavaca, Tuxtla, Coatzacoalcos o Ciudad de México la ocupación mantiene cifras inquietantes.

En el sur y sureste la pandemia no solo destruyó el empleo, sino que además redujo los salarios y precarizó las condiciones laborales.

Salta a la vista que en las mismas regiones donde la economía crece hay un mayor número de empleos formales, es decir que las personas cuentan con prestaciones, contratos y protección. En cambio, ahí donde en el grueso de la economía predominan los empleos ligados al comercio al menudeo –los mal llamados changarros– gobierna la economía informal y por tanto los empleos inestables y mal pagados.

Los últimos números de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo confirman la distancia que hay entre la economía bien asentada y aquella que está parada sobre zancos.

De acuerdo con el Inegi, hay 39 ciudades mexicanas donde el tamaño del desempleo informal es superior al 27%. Nuevamente, la inmensa mayoría de estas poblaciones se encuentran en las regiones mexicanas ubicadas al sur de Querétaro.

En cambio, conforme nos acercamos al centro y norte del territorio esa tasa de informalidad disminuye dramáticamente. Las principales ciudades mexicanas dedicadas a la manufactura –Tijuana, Juárez y Reynosa– exhiben indicadores de informalidad laboral 10 y 15 puntos por debajo de la media nacional.

Esto querría decir que ahí donde un sector económico se vuelve bujía del desarrollo, la informalidad disminuye, los empleos logran mejor paga y los ingresos generales se ven beneficiados.

Estos argumentos sirven también para explicar por qué el incremento de la pobreza en el país, producto de la pandemia de covid-19, ha sido también heterogéneo. Hoy hay 4% más personas pobres que en 2018. No solo se trata de que el número haya crecido, sino que quienes ya estaban en situación precaria, terminaron siendo aún más pobres.

También sabemos, según la Cepal, que en este 2022 va a crecer la pobreza mexicana en 2.5% debido a una tendencia inflacionaria que todavía no cede. Se trata de la peor combinación, los precios suben y solo algunas regiones del país logran hacer que su economía crezca.

El comportamiento diverso de la diversa economía mexicana obliga a preguntarse por qué el gobierno nacional no ha sido capaz de transferir recursos entre regiones, en proporción suficiente, como para que el país, concebido como un todo, pueda salir adelante, en vez de festejar solo el éxito de algunas de sus islas y esconder el fracaso de muchas otras.

Ricardo Raphael

@ricardomraphael
  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
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