Ayotzinapa se ha convertido en una palabra que impide al engaño salirse con la suya. Desde septiembre de 2014 hasta el pasado 7 de marzo, la perversa fabricación de realidades alternativas ha sido la costumbre.
El joven normalista, Yanqui Rothan Gómez Peralta, fue asesinado hace cuatro días por agentes de la policía estatal de Guerrero con un tiro en la cabeza.
La dependencia afirma haber recibido el reporte de robo de un vehículo. Dice que, cuando sus agentes intentaron marcar el alto, los jóvenes que le tripulaban dispararon. Añaden que, al repeler la agresión, el normalista recibió la herida fatal.
Sin embargo, el joven asesinado salió negativo en la prueba de rodizonato de sodio, por lo que el enfrentamiento sería una invención. Hay dos compañeros del occiso que habrían registrado los hechos con su celular. En vez de tratarlos como testigos, la policía los trasladó a una instalación en Chilpancingo donde habrían sido torturados para que corroboraran la versión oficial.
Esta nueva tragedia es un déjà-vu. Como expresó Clemente Rodríguez Telumbre, uno de los padres de los 43, “tal parece que a los normalistas los quieren desaparecer.” Cabría añadir, mediante el borramiento de la verdad para sustituirle con un relato ficticio siempre conveniente para el poder en turno.
“A los policías nunca les harán nada porque el gobierno los limpia, los protege para que queden impunes,” declaró la madre del joven Yanqui Rothan durante el homenaje que sus compañeros celebraron ayer en la explanada de la normal Isidro Burgos de Ayotzinapa.
Ella tiene razón y, sin embargo, la operación limpieza emprendida por el gobierno paradójicamente ensucia peor la confianza en las instituciones. No hay una sola instancia a la cual creerle. Desde las policías municipales de Guerrero hasta quienes despachan en el Palacio Nacional padecen una obsesión incurable por negar los hechos.
Lo sorprendente, después de tantos años de intentarlo, es que la verdad continúe resistiéndose a desaparecer. Si no fuera por la dignidad de las muchas víctimas de la mentira, el cansancio y la resignación ya habrían triunfado.
Zoom: fue otra vez el Estado. A Yanqui Rothan Gómez lo asesinó de un tiro en la cabeza el Estado mexicano. Contra el discurso oficial, en esta época los normalistas de Ayotzinapa y sus familias siguen siendo víctimas de la represión y la violencia.