Se trata de la misma mujer que hace más de veinte años fue calificada como “deslumbrante” por el escritor Luis González y González; hoy, sin embargo, algunos de sus contemporáneos se atreven a calificarla como “ridícula”, “vieja” y otras descalificaciones
Se llama Ana María Prieto Hernández y esta semana sufrió un aluvión miserable de burla. La reputación de esta maestra jubilada experimentó la amarga saña de los memes y las opiniones epidérmicas.
Se trata de la misma mujer que hace más de veinte años fue calificada como “deslumbrante” por el escritor Luis González y González. Hoy, sin embargo, algunos de sus contemporáneos se atreven a calificarla como “maestra idiota”, “ridícula”, “vieja” y una lista de descalificaciones que, por su desmesura, hablan más del emisor que del destinatario.
El primer episodio de esta historia sucedió hace casi un mes, el miércoles 16 de agosto, cuando fue invitada a una conferencia de prensa en Palacio Nacional para presentar un libro de su autoría, editado por la Secretaría de Educación Pública, llamado México: grandeza y diversidad.
A diferencia de sus colegas, ella decidió comunicar sus argumentos a favor de este texto a partir de una actuación pretendidamente jocosa, donde ridiculizó el bullying que se vive en las aulas en contra de las niñas y los niños que no logran obtener buenas notas.
Los memes sexistas —arrojados a la red para ridiculizar la ridiculización de la maestra Prieto— se inspiraron en un viejo programa de la televisión, La Carabina de Ambrosio, con el propósito de contrastar el performance de esta mujer de sesenta y tantos años con aquel que hacía, medio desnuda, la bailarina Gina Montes.
En realidad, la actuación de la maestra es más próxima a las estampas que se sucedían dentro del aula del profesor Jirafales en otro programa cómico de los años ochenta: El Chavo del Ocho. Saltando de un pie al otro Prieto retomó aquel tono burlón que la hija de doña Florinda enderezaba contra uno de los personajes que inmortalizaron a Chespirito. La condición de huérfano y desposeído hacían materialmente imposible que El Chavo fuese el más aplicado de la clase: “y yo me saco diez y tú te sacaste cinco, lero, lero maromero. Yo sí voy a ser exitoso y tú no”, remedó la maestra Prieto.
Transcurrieron treinta días sin que nadie hubiese otorgado importancia a esa imitación. Sin embargo, esta semana, después de que ella participó en una conferencia entre docentes de Chihuahua para discutir la prohibición de los libros de texto, aquella intervención en el salón Tesorería del Palacio Nacional saltó a las redes y mereció el mayor escarnio.
Después de echar un ojo a su trayectoria, ciertamente impresionante, me surgió la necesidad de apartarme del linchamiento de Fuente Ovejuna para darle voz a esta mujer jubilada que hoy vive en la comunidad de Atotonilco, en el estado de Guanajuato. La misma que escribió un libro peculiar, inteligente y agudo que, en su día, fue prologado por González y González: Acerca de la pendenciera e indisciplinada vida de los léperos capitalinos.
La maestra Prieto es antropóloga por la ENAH, maestra por las universidades Pedagógica Nacional y Autónoma Metropolitana. También hizo estudios en la Universidad de California en San Diego (UCSD), invitada por el académico Wayne Cornelius.
Ha participado en la elaboración de libros de texto del sistema educativo desde los años ochenta, también ha formado docentes durante al menos dos décadas y fue maestra de primaria, prácticamente en todos los grados. Así que cuando mi colega Leo Zuckerman afirma que ella “no tiene idea de cómo se comportan los niños y los adolescentes en las escuelas”, incurre en un posible acto de desinformación.
Pregunto a Ana María Prieto por la disputa que despertó su participación en la conferencia vespertina del miércoles 16 de agosto. Ella precisa que su comprensión de la pedagogía dentro del aula no es tan simplista como para negar al sujeto y su individualidad: “El individualismo es espontáneo y también natural. Nadie debería regañar a un niño por ser egoísta”. Se trata de una etapa indispensable del sujeto para diferenciarse y conseguir su propia identidad. Sin embargo, en el proceso de humanización el ‘yo’ viaja hacia el ‘nosotros’ y en ese acto civilizatorio la escuela juega un papel principal. Nadie podría ser humano sin tomar consciencia del colectivo al que se pertenece.
Afirma la maestra Prieto que hay mucha teoría detrás de esta afirmación. Cita, entre otros pensadores, al psicólogo francés, Henri Wallon, cuando declaró que “la enseñanza del ser debe partir del ‘nosotros’.”
No obstante, ese nosotros se quiebra dentro del aula cuando aparece el maltrato y el bullying que utilizan estigmas para manifestarse. Uno de ellos es el que ella citó en el criticado evento: el que emplea las calificaciones, las notas o los grados para galvanizar las identidades dentro del salón de clases. Ahí dentro también domina la descalificación que galopa montada sobre los caballos del clasismo, el sexismo y el racismo.
No debe perderse de vista que muchas veces los resultados en calificaciones correlacionan con estos mismos estigmas. Hay estudios para demostrar dicha afirmación. Por ejemplo, los trabajos que explican la brecha en los test de IQ a partir del origen racial de las personas o de su identidad sexo genérica.
Añade la profesora Prieto, como igualmente criticable, la confusión entre dos términos que habrían de ser distinguibles desde el punto de vista pedagógico: competencia y competitividad. Una cosa es entregar competencias y otra cosa es configurar identidades competitivas tales que sea imposible su incorporación a la comunidad.
Pregunto a la maestra Prieto qué opina de los libros de texto publicados por la actual administración. Responde que a ella no le gusta el libro único que, cual catecismo, se pretende vía privilegiada para la enseñanza. Debe haber muchos textos, tantos como la pluralidad de visiones, y debe ser la maestra con su libertad de cátedra quien escoja aquellos que mejor sirvan para enseñar a los niños.
¿Qué opinión tiene usted de Marx Arriaga, el editor de los nuevos libros de texto? “Es un tipo fundamentalista, dogmático y estalinista. Nadie piensa más que él, no existe otra verdad más que la suya”.
¿Se ha sentido buleada con la caterva de ataques que le llovieron? “El problema son los individuos que se sienten dueños del mundo porque no lograron que su ‘yo’ viajara hacia el ‘nosotros’”.
¿Cometió un error durante aquella conferencia de agosto? Responde que sí. Pensó que estaba siendo pedagógica y resultó lo contrario. “Lo supe casi al bajarme de ahí”. No calculó que su actuación iba a terminar alimentando la polarización y el fundamentalismo contra los que ella se expresa vehementemente.