¿A cambio de qué?

Ciudad de México /

Miguel Alemán Valdés fue el primer presidente civil que tuvo México desde que la Revolución le hizo justicia a sus generales, y no fue un paso fácil. Hoy López Obrador nos regresa con todo a los tiempos cuando las fuerzas armadas controlaban el poder político, sin que acabemos de entender por qué, para qué o a cambio de qué; nadie tiene duda de que México languidece acogotado por lo que en los hechos es un narco-Estado en forma, y bien sabemos que las policías existentes no han podido ni remotamente con esa hidra de mil cabezas, pero en los tres años que llevamos con la Guardia Nacional en las calles la violencia y los delitos de alto impacto que tanto laceran la vida nacional no solo no han disminuido, sino todo lo contrario, como igualmente han aumentado las quejas de la ciudadanía ante organismos de derechos humanos.

Es más que evidente que la Guardia que nos prometió el Presidente como una mezcla de soldados y federales, siempre bajo mando civil, ha estado desde su arranque principalmente compuesta de elementos y mandos castrenses; es también obvio que no ha sido usada para detener el baño de sangre en que nos tiene sumidos el crimen organizado, al que no tocan ni con el pétalo de una rosa: sus toletes caen sobre los cráneos de los migrantes o dispersan protestas ciudadanas, pero en sus magras interacciones con los capos y sus sicarios les hemos visto dándoles el paso, o cuando mucho escoltando a los ciudadanos que se ven forzados a huir de su flagelo. Tampoco se les conocen golpes o siquiera investigaciones alusivas a lavado de dinero, tráfico de personas u otros delitos mayores ligados a los cárteles.

¿Para qué entonces quiere López Obrador con tanto ahínco militarizar, oficialmente, a la fuerza policiaca nacional? El envío el fin de semana pasado de una iniciativa al Congreso para transferirle inconstitucionalmente su control operativo y administrativo a la Sedena, que acabó en madruguete por parte de un Legislativo pelele y sumiso al Ejecutivo, acompañado siempre del graznido de corifeos a sueldo que hasta ayer se rasgaban las vestiduras por la presencia de los soldados en las calles y que hoy la aplauden como focas, es muestra de la urgencia del Presidente, con todo y que a la Guardia le falta capacitación para llevar a cabo labores policiacas comunes, en interacción cotidiana con la ciudadanía, y que bajo los añadidos de la recién aprobada iniciativa no existen mecanismos civiles de control o de transparencia que puedan castigar sus abusos de fuerza, su corrupción o sus atropellos a los derechos humanos.

Del costo ni hablemos: justo cuando los militares han alcanzado, gracias a la generosidad inexplicable de López Obrador, más poder que nunca en la historia reciente de México, y que están sujetos a menos contrapesos para acotar sus abusos, su presupuesto se ha multiplicado exponencialmente, al tiempo que desde el Palacio se le recetan recortes brutales al resto del país, reservándole la peor austeridad franciscana al gasto social.

Y, con todo, seguimos sin saber para qué o contra quién va a usar López Obrador a su flamante, impune y opaca policía militar.

@robertayque

  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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