El juicio de Keith Raniere

Ciudad de México /

Hoy comienza en Nueva York, en la misma corte que albergó el periplo del Chapo, el juicio de Keith Raniere, uno de los últimos en una larga lista de mesías, charlatanes y estafadores en caer, luego de ser arrestado en una villa de Puerto Vallarta rodeado de mujeres: el nombre de su harem era DOS, o dominante sobre sumisa —por mi madre—, y las elegidas se tatuaban las iniciales K y R con un cauterizador en el área pélvica; lo hacían voluntariamente, la mayoría sin arrepentirse a la fecha y tomándolo como una marca de orgullo y de crecimiento espiritual.

No sorprenderá que hartos mexicanos, muchos de ellos de familias con dinero o con poder, cayeron redondos ante los espejitos del estafador. No pocas de las mujeres son originarias de Monterrey, donde, por cierto, sigue viento en popa uno de los jardines de niños del grupo; en la protección de sus acólitos regiomontanos inicialmente se refugió Raniere luego de que el FBI le girara orden de arresto por fraude, trabajos forzados, trata y tráfico de personas, a lo que la semana pasada se sumó pornografía infantil, luego de que se descubrieran fotos explícitas de una muchachita de 15 años, una de sus esclavas sexuales, en el disco duro de su computadora, asegurada en su casa de Albany, Nueva York, luego de su arresto.

Comenzó vendiendo Executive Success Programs, o ESP, programas de supuesta superación para ejecutivos o líderes cuyo director en México, hasta hace pocos meses, era Emiliano Salinas. Le siguieron otros apéndices, como los jardines de niños Rainbow, donde supuestamente los pequeños aprenden ocho idiomas a la vez, o unos para mujeres llamados Jnesse, de donde reclutaba a sus esclavas sexuales, de preferencia delgadas y ricas, a quienes les enseñaba a “empoderarse” diciéndoles que las mujeres debían ser por naturaleza monógamas, mientras que los hombres, por supuesto, no. La agrupación madre fue llamaba “Nxivm”; un compendio de lugares comunes alrededor de la superación, el éxito y la felicidad, armado bajo las reglas básicas de la mercadotecnia más consumista, seguido pronto por chantajes, culpas, censura obligada, entrega de material comprometedor como “prueba” de lealtad, castigos, sumisión y la ruptura de los lazos afectivos anteriores. Como en toda secta o culto que se precie.

Con él van a juicio Nancy Salzman, su histórica segunda de a bordo, y la hija de ésta; Allison Mack, una actriz de televisión que regenteaba el harem, la responsable de los tatuajes; Kathy Russell, su contadora, y Clare Bronfman, heredera de la casa de bebidas Seagram y chequera virtual del acusado, quien coqueteaba con contratar a Michael Avenatti como abogado, hasta que éste fue impugnado por un intento de extorsión hacia Nike, la de los tenis.

Todas ellas se han declarado culpables y aparentemente cooperarán con la fiscalía, con lo que probablemente las veremos testificar contra su anterior amo. El abogado de Raniere, por cierto, es Marc Agnifilo, antes representante de Dominique Strauss y hoy parte del equipo de Harvey Weinstein.

Por aquí les estaré compartiendo las abundantes aguas negras que de allí van a brotar.

@robertayque

  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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