Un rayito de esperanza

Ciudad de México /

Cuando López Obrador ganó la presidencia en el 2018 supuse que vendrían tiempos malos, pero nunca imaginé que la descomposición llegaría tan lejos, ni tan rápido. Recordé las risitas de los moralmente superiores, ciegos ante los rasgos demagógicos, arcaicos, antidemocráticos y francamente mezquinos del tabasqueño, burlándose de quienes sosteníamos que AMLO, efectivamente, era un peligro para México, y no sentí alivio al no haberme equivocado. Pasaban los meses y se me acumulaba el horror ante los embates contra el Estado de Derecho y las instituciones construidas con tanto esfuerzo ciudadano; ante la pauperización del nivel de vida; la sangre por la capitulación ante el crimen organizado; la opacidad y la corrupción impune; el quebranto económico y social que nos ha recetado un gabinete de ineptos cuyo encumbramiento se basa en quién le demuestra la más abyecta sumisión al tlatoani, y la pequeñez redonda de un Presidente que sin embargo se asume como el ombligo del país.

Y luego llegó una candidata cuya independencia y desparpajo remiten al fenómeno Fox, con todos sus errores y exabruptos, enfrentada a un aparato de Estado tan brutal que nos vende la desesperanza como default, a pesar de tener a una abanderada desangelada y gris que hace campaña prometiendo alargar una de las presidencias más impresentables de la historia. Y, milagro, milagro, con sus miles de puntos abajo, me hizo preguntarme si otro México es posible. 

En el 2000 la respuesta ciudadana, galvanizada por una campaña atípica, rebasó todas las expectativas e inauguró, de la mano de un líder que una vez en la silla no pudo ponerse del todo a la altura de las circunstancias, una democracia imperfecta. Las diferencias con el momento actual, sin embargo, son notables: entonces, a pesar de que nuestras instituciones estaban en pañales, contamos con un presidente en funciones que desafió a los operadores profesionales del fraude en su mismo partido, permitiendo la alternancia por un suspiro. Hoy esos mismos mapaches han resucitado íntegramente en Morena y, tal como ha hecho López Obrador a lo largo de su carrera, están dispuestos a hundir a México antes que aceptar el resultado de una elección adversa. Con el control de las arcas públicas se han pasado el sexenio trabajando no por el bien de todos, sino comprando al Ejército, armando redes clientelares, cooptando a los otros poderes y debilitando a las instancias que nos garantizan la voz y el voto libre para, como hicieron antes, encaramarse en la silla hasta el fin de los tiempos.

A pesar de todo, los ciudadanos mexicanos han sabido armarles tres marchas abundantes, gozosas, apartidistas y pacíficas para encarar su intención restauradora encabezada por un líder cada vez más atemorizado de mostrar la cara en público ante el miedo a escuchar el grito de “¡narcopresidente!” que ayer resonó fuerte por todo el Zócalo, y que me hizo soñar con que, quizá, los mexicanos vamos a poder, por segunda vez en nuestra historia contemporánea, desterrar a quienes quieren podrirnos el futuro de vuelta al basurero de la historia.  

Ojalá.


  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.