Como a todo buen dictador, muy pocas cosas le importan a Maduro más allá de la permanencia en el poder de él y de su camarilla, en ese orden, así que una centena de lancheros muertos y algunos paquetes de droga en el fondo del mar le representan un daño muy menor a sus intereses. Pero los buquetanques petroleros son otro asunto. Porque lo que queda del crudo venezolano es, además del narcotráfico, una de las principales fuentes de ingreso del ocupante de Miraflores, y hoy, gracias a las sanciones principalmente desde Washington, éste tiene pocas salidas al mercado. El único comprador de peso que puede pasarse los vetos al petróleo ruso, iraní y venezolano por los tianamenes es China.
Al menos así era hasta el pasado 10 de diciembre, cuando Estados Unidos detuvo en el Caribe y escoltó hacia Galveston, Texas, al Skipper, barco que acababa de cargar crudo venezolano pero que poco antes había transportado petróleo sancionado de origen iraní. Este sábado los guardacostas gringos abordaron un abanderado panameño, el Centuries, que navegaba de Venezuela a China. Y el domingo intentaron detener al Bella 1, que apenas iba a cargar, pero el barco optó por darse la media vuelta y echarse a la fuga.
El problema es que el gobierno de México ha comprado un boleto maldito para este campo minado entre los Estados Unidos y Venezuela, Cuba, Irán, Rusia y antes Siria. Sobre todo porque esos barcos forman parte de una red de tráfico de recursos entre dictaduras amigas, como reveló un reportaje reciente del New York Times: el Skipper de marras zarpó a principios de diciembre de Venezuela supuestamente rumbo al puerto cubano de Matanzas, pero en realidad solo le entregó a Cuba una pequeña parte del combustible antes de virar rumbo a su destino final en, adivinaron: China. La parte que Cuba revende así, clandestinamente, burlando los bloqueos que se carga, le aporta unas divisas tan ilícitas como urgentes.
En el caso de México el petróleo ni siquiera se disfraza o desvía: se manda a La Habana de regalo, sin más, al amparo de “razones humanitarias”, y las divisas duras se entregan mediante el programa de los mal llamados médicos cubanos que, más que ejercer cualquier servicio de valía, son usados por la bota castrista de tapadera para lavar dinero. A cambio, la Habana aporta, a falta de otros recursos, logística y personal que facilita el apuntalamiento transfronterizo de regímenes afines en el poder. Por la buena o por la mala, y sin eufemismos: hoy la mayor parte del equipo de seguridad alrededor de Nicolás Maduro y de su familia no es venezolano sino cubano.
Sheinbaum, desde su llegada a Palacio, ha triplicado los de por sí generosos regalos de su antecesor al yugo cubano, como si en México no hiciera falta nada: según datos de Mexicanos Contra la Corrupción e Impunidad, el gran total entregado entre mayo y agosto del 2005 es de tres mil millones de dólares, o tres veces lo enviado en los dos años anteriores.
Lo que el gobierno de México recibe a cambio solo podemos imaginarlo. Cuando menos, hasta que Trump o Rubio se den por enterados.