Clases de baile funk para la defensa personal

  • Tren Misterioso
  • Roberto Carson

Monterrey, Nuevo León /

Redes sociales van y redes sociales vienen, mi última favorita fue PureVolume y luego LastFm, las dos te recomendaban bandas según tus preferencias y la segunda generaba una base de datos sónica y melómana no orientada en envolverte como regalo para las marcas.

Como disfruté saber las horas que escuché a Connor Oberst y lo poco que aguanté a los Babasónicos.

Pero de repente todo pasó: Trump, el MeToo, la democratización del meme, AMLO, Las Perdidas, Virginie Despentes, el botón de Me Importa en Facebook, esa película de Cronenberg y la muerte del buen gusto que encarna Alekz Syntek.

De qué me sirve saber que escucho más a Cass McCombs los lunes por la mañana y los jueves por la noche, de mucho.

Y luego como que llegó TikTok y ya nadie quiere asomarse en Facebook, pero esta red social es como el premio donde abres la puerta del supermercado y tienes 10 minutos para tomar todo lo que quieras, sólo que los productos son nuestras filias y fobias.

O peor aún, como dice Hunter S. Thompson sobre el éter en ‘Terror y Asco en las Vegas’: “No hay nada en el mundo más indefenso, irresponsable y depravado que un hombre en las profundidades de una borrachera de éter”.

TikTok es un hoyo negro, apenas lo abres y te consume la noche. Mi algoritmo me muestra una infinidad de mujeres similares que susurran mezcolanzas sobre dragones y salud mental, personas que bailan funk y hombres de mediana edad jugando emuladores de consolas de segunda generación.

Hace años tuve una crisis y la gestioné logrando las 120 estrellas de Super Mario 64, apenas se cumplió el reto, contacté a Yoshi y desperté como un hombre nuevo, pero este usuario abre un en vivo diario para hacer la misma hazaña en menos de dos horas.

Un movimiento simple de dedo y cambias de contenido, ente, conductor, cosmogonía y vertiente filosófica. El espionaje chino es sólo uno de los ángulos conductuales a estudiar, nunca había visto una red social tan absorbente, demandante y eterna, nunca está en paz y se repite en ciclos infinitos de controversia, tragedia y comedia.

El mame es un círculo plano.

A veces todo me recuerda a la canción de Bright Eyes donde se pregunta “¿Dónde está el chico con los químicos?”, pero el tipo nunca llega y el amor se reemplaza por rushes de endorfinas empaquetadas en cortos videos: “¿Dónde está el chico de los aros de luz?”

Cada quien habita la red social de forma distinta, nunca vi los retos de clonazepam o ese otro reto que te pide desaparecer, pero sí uno donde una rubia finge encontrarse consigo misma en la oscuridad una y otra vez.

Tal vez yo estoy mal y deba volver al Super Mario 64, o no y en algún momento de este embrollo llamado vida me sirva de algo saber que pasé 7 horas viendo como una silenciosa mujer italiana pone cristales y cambia carcasas de celulares sin ningún error para luego decir adiós así ¯\_(ツ)_/¯.

roberto.carson@milenio.com

@Twitter

Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.