Parece broma, pero es delirio, en algún momento en años recientes no hubo mayor tragedia que pensar que éramos un pastel: un engaño colorido y además, montados en una perturbación de la consciencia colectiva, porque en realidad no era un trend, sino un fetiche.
Cualquier evento situado antes de marzo de 2020 parece prehistórico, a veces tan lejano que raya en el nacimiento de un mito y la nostalgia ahora es elevada al valor del oro.
“¿Soy un pastel?”
Nuestra realidad era tan imperceptible que nadie encontraba la magia en ningún acto cotidiano, por eso el pensamiento de que los pasteles debían parecer pasteles, era monótono, arcaico.
Primero la irrupción gastronómica imitó a los objetos desechables, un teléfono inteligente, un plato, luego llegó la comedia, una fruta por fuera y por dentro un cupcake, y luego como siempre sucede, alguien lo llevó más allá. Desde ahí los pasteles comenzaron a asimilar cualquier ítem sentiente.
“¿Pastel o persona?”
Y de repente, la invasión de percepciones de tres leches revoloteaban hasta una nueva parte de la historia/histeria que ya no necesita de un horno: “¿soy producto de la inteligencia artificial?”.
“La inteligencia artificial llegó recio”, dijo alguien en una fiesta supuestamente real, era de Halloween y había un clima fresco, pero el punto es que la IA ciertamente llegó recio, o fuerte o casi de manera tan presente en cualquier aplicación que te fuerzan a usarla.
“¿Soy una persona?”
Como ‘mi primera chamba’, el trend de trágicos errores en los trabajos físicos, como cargar cemento o destrozar pilas y pilas de relucientes inodoros con una voz que asimila el rugido de Eladio Carrión, pero no lo es. Ya nada es real, o quién sabe, a lo mejor sí.
Aparte de la obsesión sónica que el último disco de Oneohtrix Point Never (0PN) dejó en las bocinas que tengo en la computadora, en mi cuarto, en el carro, audífonos, celular y televisión, fue la imagen tan romántica como apocalíptica de su portada: un grupo de cinco bocinas de computadoras viejas fundidas una con la otra por un cincho o cinturón apretado, tan juntas que de alguna manera simula una unión ceremoniosa o tan eterna como los objetos que nuestra generación heredará al planeta.
“¿Qué soy?”
El responsable es Matias Faldbakken, un artista conceptual danés que funde los objetos metálicos como lockers o autos desvencijados junto a cinturones de seguridad, como los que encontramos en los aviones.
¿Los objetos que tanto usamos nos evocan un sentimiento? Los parlantes, en particular como las que hallamos en la portada de Again de 0PN, me recuerdan a mis primeras bocinas, lo que me lleva a la primera vez que escuché una canción en una computadora vieja, recién descargada del LimeWire. Allá va mi nostalgia y posiblemente ningún pastel lo podrá asimilar.
roberto.carson@milenio.com