Soy un hombre de placeres mundanos, nada me parece más gracioso que un perro echando tierra hacia atrás cuando termina de defecar y en ocasiones no encuentro mayor distracción que leer sobre aquella película que Vincent Gallo escribió, filmó, protagonizó y finalmente nunca estrenó.
De las cosas rotas a partir de marzo de 2020 es nuestra capacidad reactiva al abandonar una sala de cine, ahora un algoritmo dicta lo que las audiencias quieren ver en las marquesinas y en el camino quedaron cadáveres curiosos como Tenet de Christopher Nolan.
Pero algo que no dictan las aplicaciones es el enemigo a cancelar en turno, puede ser un actor, un escritor, un famoso, un cantante pop o un influencer que se acerca a un crítico de cine, quien sea puede ser el siguiente.
El fenómeno actual de verano, porque han pasado ya cinco años desde que Peso Pluma apareció en nuestras vidas o que Wendy Guevara dictara nuestro lenguaje, fue la dicotomía del Barbenheimer: un estreno casi simultáneo de dos películas que se percibían tan distintas como un tornillo y una tuerca.
Barbie trajo una nueva temática colorida al contenido de nuestros feeds mientras que Oppenheimer se convirtió en la personificación de la opresión-depresión del hombre anticuado y moderno.
No he visto ninguna de las dos, pero lo que sí vi fue el corte al video de Javier Ibarreche opinando que la primera, la película de Greta Gerwig, “no le había volado la cabeza” y desde entonces emprendió un camino hacia la nave del olvido.
Desde ahí, la crítica hacia el cine adoptó una posición de género, como siempre debe ser y sepultó o apenas echó tierra, así como lo hacen los perros, a uno de los personajes más carismáticos del internet post pandemia.
Su prisa por la relevancia o por nutrir a una audiencia que exhala sin nunca tomar aire, lo obligó a no definir sus palabras e incluso, nada le sirvió haber sido tendencia por sus anécdotas que descubrieron sus inclinaciones queer.
Hallar maneras de discutir en redes sociales es el ejercicio intelectual de brincar hacia la boca del mosh pit mientras en el escenario toca Turnstile.
Y en este caso en particular, cuando los diálogos en contra y favor de lo dicho por Ibacherreche se conviertan en el refrito del refrito de la conciencia de género, habremos olvidado que Woody Allen y Roman Polanski, cada uno en sus propias encrucijadas por delitos sexuales, están por estrenar sus películas en el Festival de Venecia.
Querer vivir agarrado de las uñas del tren bala de las tendencias dejará cuerpos también, como el verdadero rol de un crítico de cine, el cual se fue entre los rieles desde la segunda parada.
Y cuando al final la máquina se ralentice, sabremos que Martin Scorsese siempre tuvo razón.
roberto.carson@milenio.com