Uno de los varios talones de Aquiles de la administración municipal de Torreón, es sin duda el área de cultura; prácticamente desde que Zermeño dio a conocer a sus colaboradores, hubo señalamientos de muy variados temas, todos graves, en demérito del titular del Instituto Municipal ahora vuelto a nivel de Dirección General; el último asunto, la falta de pago del personal que laboraba en los centros culturales y espacios en la oficina central aflorando uno de los viejos problemas de esa instancia:
la contratación por honorarios y que aprovechando la suspensión de labores por la pandemia en curso, simplemente les dejaron de cubrir sus pobres salarios, en actitud poco solidaria ante la crisis económica.
Se pudiera aducir falta de presupuesto, cosa que no es nueva, de hecho esa área de la administración municipal ha adolecido desde siempre no solo de presupuestos deficitarios con relación a su responsabilidad, sino de políticas culturales, lo cual se refleja en una permanente improvisación, que desemboca en prácticas como la señalada, de contratar personal según las ocurrencias del día a falta de líneas de desarrollo cultural y artísticas que ya hubieran exigido no solo personal de base, sino planes y programas de enseñanza, con continuidad, única forma de consolidar el arte y la cultura en el municipio.
El problema se complica cuando la administración federal de la 4T, se ha manifestado poco interesado por la cultura, reduciendo los presupuestos de por sí exiguos y cancelado fidecomisos que atrasarán más la falta de infraestructura y recursos para la enseñanza y formación de las nuevas generaciones.
Sin duda que el problema municipal es un reflejo de las mismas dificultades y carencias a nivel estatal, razón que esté todo al garete.
Un beneficio de la pandemia es la cancelación de eventos masivos, donde presentan a algún grupo o artista de moda popular, que cobran un dineral y cuyo beneficio se reduce al momento de esparcimiento del público; sin ningún nexo con algún programa formativo y sólo pensados como publicidad para el gobierno; dinero que si se invirtiera en consolidar centros culturales, planes, programas y personal de base capacitado permanentemente, daría mejores frutos, al concretar políticas culturales bien definidas.
Esperemos sea esto un efecto de la nueva normalidad.