Este próximo martes se cumplirán 81 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
El 1 de septiembre de 1939 Adolf Hitler, bajo el pretexto de un ataque a su territorio, anunció la invasión a Polonia.
Recordemos que en los Tratados de Versalles y sobre todo en la Conferencia de París de 1919, los vencedores de la Primera Guerra fueron grandes beneficiados en detrimento principalmente de Alemania donde se engendró, al igual que en Italia, un régimen totalitario.
En 1933 Hitler retiró a Alemania de la Sociedad de las Naciones y de la Conferencia de Desarme, logró recuperar el Sarre en 1935 y dos meses después, en marzo de 1835, rechazó las cláusulas del Tratado de Versalles que mantenía a Alemania desarmada al tiempo que reconstituyó el ejército alemán.
Creciendo su poder exigió la anexión de Danzig, ciudad libre, protegida por la Sociedad de Naciones e igualmente acceso ferroviario extraterritorial por el corredor polaco, frontera de Polonia con Prusia Oriental: en 1938 invade Austria y la une a Alemania, luego invade Checoslovaquia.
Ese mismo año se efectúa la Conferencia de Múnich, Chamberlain, Daldier, Mussolini y Hitler, donde se aceptó la invasión a Checoslovaquia donde se hablaba alemán.
Se pensó que esto calmaría la ambición de Hitler, Pero un año más tarde Hitler invadió Polonia, fue la gota que derramó el vaso, este hecho hizo que Francia e Inglaterra se prepararan para el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Más o menos en 1968, no recuerdo si en el Paraninfo del Ateneo Fuente o en la Biblioteca Manuel Múzquiz de la Alameda Zaragoza, en Saltillo, cuando estaban de moda los cines debate; vi la película Esta tierra es mía, filmada en 1943 bajo la dirección de Jean Renoir, con un actor grande y gordo Charles Laughton y la hermosa Mauren O’Hara:
la historia de un profesor con fama de timorato, quien ante la invasión de su Polonia cobra valor e inculca a sus alumnos minutos antes de ser aprehendido por los alemanes, el valor del contenido de la Declaración de los Derechos del Hombre; como reprochó también ante un tribunal la aceptación de la ocupación, mientras el alcalde y los ricos la aprovechaban para hacer negocios.
Esa película me hizo cobrar conciencia y he visto repetidas veces que ante la calamidad cualquiera, siempre hay esos traidores que hacen dinero a costa del pueblo, como pasa hoy.