En defensa de los influencers

Ciudad de México /

Antes de entrarle de lleno al tema, déjenme contarles que estoy muy contento porque hoy me estreno como columnista de opinión en este prestigioso diario. ¡Muchas gracias a Milenio por la invitación!

EL CASO

Bueno, pues resulta que un restaurante decidió publicar en Twitter la conversación que mantuvo, por mensaje directo de Instagram, con una cuenta de influencers. Pronto, aquello se viralizó.

En la conversación los influencers (@foodgordidos) proponían al restaurante (@topikrestaurant) hacerle una visita para compartir la experiencia en su food blog de Instagram, seguido por 22 mil personas interesadas en conocer la oferta gastronómica de Barcelona. A cambio el restaurante, con sede en la misma ciudad, debería invitarle a la joven pareja de foodies una selección de sus mejores platos.

Transcribo, íntegra, la colérica respuesta del Restaurante:

“¿Os habéis dado cuenta que hay una pandemia vigente y que los restaurantes en Barcelona estamos con aforo y horarios limitados? Os lo digo porque lo de pedir a estas alturas me parece un poco de falta de empatía de vuestra parte. Cuando todo esto empezó en marzo decían que seríamos mejores personas. A las palabras se las lleva el viento. Llevamos 50 mil € perdidos, ¿tú te crees que me quedan ganas de invitar a alguien? Un poco de por favor, ¿no? Las cosas se hacen por desinterés, sin esperar nada a cambio.”

LA DEFENSA

Como restaurantero (@senalesdehumo.mx) y food blogger (@foodie833) podría escribir ríos de tinta en defensa de la propuesta que le hicieran al restaurante barcelonés. Más no se preocupe, estimado lector, que habré de ajustarme a los 2,500 caracteres de este espacio.

A causa de la pandemia los restaurantes y empresas del sector servicios en general estamos por cumplir un año en terapia intensiva, debatiéndonos entre la vida y la muerte. Durante todo este tiempo hemos recibido ofertas de publicidad por parte de televisoras, radiodifusoras, periódicos, fotógrafos, agencias, imprentas y más.

¿Se imaginan que les contestáramos que les hace falta empatía por hacernos tal propuesta y que deberían publicarnos sin esperar nada a cambio? ¿No les parece absurdo? ¡Joder, tío, que ni ellos viven de aire ni nosotros somos comedor de beneficencia!

Con ello no estoy sugiriendo que el restaurante deba aceptar cualquier oferta publicitaria que entre a su buzón. Si no estás interesado, un amable rechazo basta.

Ahora, si me preguntan a mi, en este caso en particular el restaurante debió haber aceptado. Considerando lo bien trabajado y segmentando del food blog, lo que los influencers pedían a cambio era una baba. Lejos de haber sido ridiculizados, el carácter solidario de su propuesta debió haber sido reconocido.

  • Rodrigo Azcárraga
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