En un mundo donde las cadenas de suministro están siendo redibujadas, México enfrenta una oportunidad histórica para atraer inversión extranjera y posicionarse como un actor clave en la economía global. Sin embargo, la próxima Presidenta, Claudia Sheinbaum, recibe un país polarizado por una reforma judicial en fase de aprobación, que incluso ha generado una tensa relación entre Andrés Manuel López Obrador y las embajadas de Estados Unidos y Canadá.
Sin duda el próximo gobierno tendrá un gran reto por delante: deberá cuidar que la reciente reforma judicial aprobada por el Congreso asegure a las empresas que se encuentren en México un entorno legal, confiable, que les dé certeza de seguridad para sus inversiones.
Las fricciones con estos países, los principales socios comerciales de México, no pueden ser ignoradas. El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) es una herramienta vital para la estabilidad económica de la región y cualquier debilitamiento en las relaciones bilaterales podría tener un impacto directo en la inversión y el comercio; la diplomacia y el diálogo serán cruciales para evitar que estas tensiones se traduzcan en barreras comerciales o restricciones al intercambio de bienes y servicios.
Aun con esta situación en pleno clímax, el contexto global juega a favor de México, pero seamos realistas: esta situación no se ha aprovechado como debería. La relocalización de empresas impulsada en un inicio por el T-MEC, buscando fortalecer la proveeduría en los tres países, ha quedado mucho a deber.
El próximo gobierno deberá articular una gran estrategia para que México sea uno de los lugares más atractivos para invertir y para ello deberá orientar sus esfuerzos a traer capital europeo y asiático, para atender la ruta comercial de América del Norte y, además, convertirse en el centro logístico para atender América Latina, especialmente con la oleada de automotrices chinas que podemos visualizar en la calle.
En este contexto, el papel de Altagracia Gómez como consejera empresarial de la Presidencia será clave. La desaparición de Pro México dejó un vacío en la promoción internacional y en la atracción de inversión extranjera directa, por lo que ella deberá recuperar parte de las funciones que Pro México ejercía no sólo en la captación de inversiones, sino también en el apoyo a los empresarios locales, dando incluso seguimiento a la instalación de los parques industriales anunciados en todo el país.
Un tema que debe impulsar es el acceso a financiamiento, ya que será crucial para que las pequeñas y medianas empresas mexicanas puedan expandirse y competir a nivel internacional. Instituciones como Bancomext y Nafin deben jugar un papel más activo en la facilitación de créditos que permitan a los empresarios invertir en innovación, tecnología y expansión. Además, será necesario encontrar una fórmula para rentabilizar nuevamente la mano de obra mexicana, ya que, en muchas regiones, los apoyos sociales han tenido un efecto contraproducente, pues desincentivan el trabajo formal, mientras que en otras la falta de capacitación es un obstáculo para que las empresas puedan acceder a personal calificado.
No obstante, el reto no sólo es del gobierno. Las empresas mexicanas, en particular las manufactureras, enfrentan la presión de adaptarse a los estándares internacionales si quieren competir en el mercado global. Como business coach he podido observar de primera mano las dificultades que enfrentan para adaptarse a los cambios del entorno global; la falta de reorganización interna, la resistencia a la innovación y la dependencia de procesos obsoletos son algunos de los obstáculos más comunes. Si los empresarios queremos aprovechar las oportunidades que se presentan con la relocalización de proveedores internacionales, debemos ser capaces de transformarnos.
Esto implica implementar procesos claros y eficientes, invertir en tecnologías que aseguren la continuidad operativa y adoptar prácticas de sostenibilidad que no sólo mejoren su imagen, sino que también les permitan reducir costos y ser más competitivos; incluso explorar joint ventures con empresas asiáticas para ir conociendo las tecnologías y volvernos agentes replicadores en nuestro país.
El reto compartido es que tanto el gobierno como los empresarios trabajen juntos para generar las condiciones que permitan la vinculación y el desarrollo del sector industrial mexicano. La industria no puede quedarse al margen de la transformación de México, debe ser un esfuerzo compartido y para lograrlo, los empresarios deben creer nuevamente en la inversión, en la capacitación y en la innovación como las herramientas clave para hacer de México un país más competitivo y próspero. Al final del día, son quienes generan empleo y pueden sumar a la calidad de vida de millones de mexicanos.
Las oportunidades están ahí, pero aprovecharlas dependerá de la capacidad de ambos lados de trabajar en conjunto para asegurar que México siga siendo un destino atractivo y seguro para la inversión.