Laguneros universales

Ciudad de México /

En el ya lejano 2007, mi amigo Jaime Muñoz Vargas les hizo esta entrevista a escritores laguneros que por diversas razones viven fuera de la comarca. Transcribo una parte de mis respuestas.

–¿Qué razones te llevaron a radicar fuera de La Laguna?

–Ninguna. Viví más de 40 años en la Ciudad de México, pues cuando mis padres se casaron decidieron probar suerte en esa ciudad. Mi padre quería incursionar en el oficio editorial, uno muy limitado en la Comarca Lagunera.

–¿Qué encontraste fuera de La Laguna?

–Buenas oportunidades de trabajo en el área de las ediciones. Con él aprendí a ser corrector de pruebas tipográficas y más tarde editor. Mi primer trabajo fue ayudarle desde chico a corregir galeras de los libros de Ediciones Oasis, donde él trabajaba. A los 18 años me presentó a José Vázquez, del Fondo de Cultura Económica, y ahí empecé a trabajar formalmente como corrector.

–¿Cuál ha sido tu trashumancia?

–He viajado un poco por algunos países. A Torreón, el viaje dos o tres veces al año era obligatorio. Allá pasábamos las vacaciones, las semanas santas, las navidades. Allá está una buena parte de la familia. Allá regresó mi padre a vivir y trabajar los últimos años de su vida.

–¿Cuáles son los logros más significativos que has obtenido fuera de La Laguna?

–En cierto sentido, el haber continuado con la labor editorial de mi padre. Él fundó a principios de los setenta la Federación Editorial Mexicana, en la que publicó a autores como Emilio Uranga, Hugo Argüelles, José Agustín, Gonzalo Martré, Adela Palacios, Germán List Arzubide y otros. Ese ambiente intelectual y bohemio me animó a convertirme yo mismo en editor. Con un amigo hice una revista, La Regla Rota, y más adelante otra que llevaba por nombre La Pus moderna.

Por otra parte, mi gusto por la lectura y por la escritura se ha concretado en algunos libros individuales y colectivos, y en cientos de artículos. Pronto saldrá uno más y quiero ponerme a trabajar en una obra que hable de mi padre, de Torreón, de sus afanes editoriales y de su obra literaria, la cual en su inmensa mayoría permanece inédita. Este proyecto me hará ir con alguna regularidad a Torreón a entrevistar a varias personas que lo conocieron.

–¿Allá tienes o has tenido convivencia con laguneros?

–Ahora vivo en Guadalajara, pero el largo tiempo que viví en la Ciudad de México conviví muy poco con paisanos. Ocasionalmente algunos amigos pasaban por ahí, como Daniel Herrera. A otro lagunero lo conocí más tarde, el escritor y periodista Wenceslao Bruciaga, avecindado en la capital, lo mismo que la periodista Miriam Canales.

–¿Qué es lo que más recuerdas de La Laguna?

–Los juegos en el lecho desecado del río Nazas. Caminar descalzo y sacarme a cada rato pequeñas espinas de las plantas de los pies. Salir de paseo con mi abuelo a los campos de algodón, cuando aún había pizca. Las visitas a las casas de mis primos, que eran decenas. Nadar en alguna presa cercana. Las paletas y las aguas frescas. El puente que une a Gómez Palacio con Torreón –entonces estaba pintado de naranja–. El ferrocarril en que a veces viajábamos de la Ciudad de México hasta allá.

Las historias de fantasmas que contaba mi abuelo. Las noches tibias en el portal de la casa de mi tía Amelia.

La sensación de que el tiempo transcurría lentamente, sobre todo por las tardes. Charlar con mis amigos y contarles cómo era la gran ciudad en ese entonces. Una familia vecina que tenía fotos de Pancho Villa colgadas en las paredes; afirmaban que el guerrillero había sido su ancestro.

Había una sensación de libertad, sencillez, calidez. Recuerdo a mis primos a esa edad, a mis primas, sencillas y lindas. El acento de la región.

–Cuando vuelves, ¿te dicen los laguneros que ya traes acento o costumbres ajenas?

–Es curioso que no me digan eso cuando estoy por allá. Una vez en una conferencia sobre periodismo en la Casa de la Cultura de Torreón, una señora me preguntó qué era un mayate (no, por supuesto, el mayate del mundo gay). Le respondí que una especie de escarabajo de colores brillantes al que se le amarra un cordel en una pata para que dé vueltas zumbando. “¡Ah!”, me dijo, “¡entonces sí eres lagunero!”

–¿De qué manera el hecho de habitar lejos de La Laguna ha definido o disuelto tu identidad de lagunero?

–Me gusta sentirme lagunero, siempre ha sido una manera de diferenciarme de los capitalinos. A veces siento que no conozco ya lo suficientemente bien la región, pero alguna vez me daré tiempo de recorrerla en toda su vastedad.

–¿Qué le podrías recomendar al escritor que no ha salido de La Laguna?

–Que salga y conozca otros lados. Que se vuelva un lagunero universal...

Rogelio Villareal


  • Rogelio Villarreal
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