#CorazonesUnidos

  • Columna de Rosi Orozco
  • Rosi Orozco

Ciudad de México /

Sandra Ferrini tenía 45 años cuando la vida la dio el mejor regalo posible: un aparatoso choque automovilístico que casi la deja paralítica. 

Después de sacudirse el desgano con un café caliente, Sandra abordó un auto con un hombre al que los desconocidos confundían con su pareja y otra mujer. Mientras avanzaban por una autopista en Italia y ella devoraba un sándwich como desayuno, un camión sin frenos los embistió por detrás, empujándolos hacia una carambola con otros nueve vehículos. 

La prensa de aquel verano de 2005 reseñó ese accidente como “espectacular” y “trágico”: la sangre de decenas de heridos se mezclaba con el aceite y el anticongelante derramado. 

A Sandra Ferrini se le fracturó la cadera en siete partes. Un riñón resultó perforado. Un zurco grande y largo se le abrió en la cabeza y se necesitaron 50 puntos para cerrar esa brecha que amenazaba su vida. El intenso dolor la desmayó tantas veces que los detalles de ese aparatoso choque hoy, a 13 años del impacto, no los tiene tan claros. 

Y todo eso, para ella, es un recuerdo feliz, aunque parezca inimaginable para los demás. 

Gracias a ese choque, Sandra Ferrini se liberó de una red de trata de personas que la tenía atrapada durante más de 35 años. Rota e incapaz de moverse, fue abandonada en un descampado como si fuera solo un amasijo de carne y huesos que ya no servía para ser penetrado. Por fin, era libre. 

“La máquina se rompió ese día”, suele repetir aquella mujer uruguaya hablando en doble sentido: se desbarató la carrocería del auto que conducía el tratante que la tenía secuestrada, pero también se destrozó la cadena invisible que la mantenía prisionera desde que tenía ocho años, cuando inició su larga temporada de explotación sexual después de que su madre la vendiera. 

Sandra Ferrini cree que estuvo, al menos, en ocho países de América Latina y Europa como esclava sexual. Miles la violaron, ninguno la ayudó, aunque suplicó auxilio.

¿Qué tormentos hubiera evitado, si hubiera existido una cadena de corazones unidos dispuesta a ayudarla? 

La historia de Sandra Ferrini es, lamentablemente, la de una gran parte de las 45.6 millones de víctimas de este delito alrededor del mundo. En otras palabras: la población total de Colombia. 

O dos veces la de Australia. Un enorme segmento de población que difícilmente puede pasar desapercibido… a menos que decidamos cerrar los ojos. 

La ceguera tiene una explicación económica: con los huesos rotos de Sandra Ferrini y esas millones de víctimas se erige una potente máquina de hacer dinero a costa de las personas más vulnerables. Cada año, los tratantes ganan 150 mil millones de dólares con el negocio ilícito de la explotación humana. Sus principales activos son dos: uno, mujeres y niñas usadas como mercancía; dos, el silencio cómplice de una sociedad acostumbrada a que un cuerpo se vende y se renta como si fuera un mueble. 

Sucede en Italia, en Uruguay, y también aquí, en la capital de México, a 1.3 kilómetros de la Cámara de Diputados, en el barrio de La Merced, donde miles han vendidas ante la vista omisa y cómplice de nosotros. A ellas se le ha vaciado el alma para que a sus captores se les llenen las carteras. 

Son historias que suceden, también, a sólo 5 kilómetros de las oficinas de la Delegación Tlalpan, donde despachaba la hoy jefa de Gobierno electa, Claudia Sheinbaum. Ahí, en 2015, cerca del Ajusco Medio, una joven, Zunduri, era obligada a planchar hasta 20 horas seguidas, encadenada al tubo de calefacción de una tintorería, donde comía bolsas de plástico para sobrevivir. Como Sandra Ferrini, cientos de personas registraron sus ojeras, sus lesiones, su enferma delgadez, pero nadie las ayudó. Zunduri también dependió del descuido de sus esclavizadores para liberarse y salvar su vida. 

Una vez que logró escapar gracias a un candado mal cerrado por sus captores, inició un largo, pero amoroso, camino de reconstrucción personal de la mano de Unidos Vs Trata. Decenas de corazones se unieron para enmendar los viejos abusos a los que la joven fue sometida. Si una muchedumbre la había ignorado, una multitud quería ir a su rescate. 

Entre ellos estuvo, y está, el empresario Andrés Simg, quien no sólo apoyó a Zunduri económicamente, sino con tiempo, paciencia, corazón, enseñándole a trabajar y ser responsable. Héroes como él inspiraron este texto y un reto que hoy lanzamos. Le hemos llamado #CorazonesUnidos y #YoReconozcoA????. 

Nuestro objetivo es muy simple: si la mitad de este país está vulnerable a caer en las redes de trata de personas, hay que activar a la otra mitad para que les tienda la mano y las mantenga lejos de esa telaraña. 

Si tu, lector, estás en una posición privilegiada, en un lugar de la vida donde no estás en riesgo ni lo está tu familia o tus seres queridos, esperamos que asumas tu responsabilidad con todas esas mexicanas y mexicanos que están en peligro. 

Hay dos formas de hacerlo: en redes sociales, ubica nuestra etiqueta #CorazonesUnidos para saber de qué modo puedes cambiar la vida de millones como Zunduri o como las Sandra Ferrini que están en México. 

A veces, son actos simples, pero valientes, los que cambian una vida, como hacer una denuncia anónima cuando mires algo sospechoso o hacer una donación a las organizaciones que estamos peleando contra este enorme monstruo invisible, pero poderoso. 

No es una amenaza ficticia o exagerada: en miles de municipios de este país, las condiciones de pobreza, desigualdad, falta de empleo y educación vulneran a esas juventudes que mañana sacarán adelante a este país. 

Confíanos en que el nuevo gobierno encabezado por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador hará algo por las víctimas de este delito, pero también sabemos que no podemos dejarlo solo. La tarea es tan grande que sobrepasa a un solo hombre o a un solo gobierno. El monstruo de la trata de personas es tan grande y fuerte que lo único que lo puede derrotar es una sociedad civil organizada e involucrada. 

La otra parte del reto es #YoReconozcoA????. Queremos mostrar y elevar a la categoría de heroínas y héroes urgentes a todos aquellos que se han sumado a la cadena de #CorazonesUnidos. Usaremos esa etiqueta en redes sociales para premiar a las mujeres y hombres que están comprometidos en esta causa y hagamos que más se sumen, deseosos de portar esa placa virtual de satisfacción. 

#CorazonesUnidos y #YoReconozcoA???? es un llamado a la solidaridad y a impedir que otra persona sienta que su vida depende del azar. Que si hay miles de bestias dispuestos a hacerle daño a una niña o una jovencita, que detrás de ellas haya millones entrelazados para defenderlas. Nunca más una mujer salvada porque se rompió la cadera en siete fragmentos o una jovencita que blindó su vida porque el cerrojo del candado no cerró adecuadamente. 

Buscamos que sea la acción decidida, y no la suerte, la que salve a las víctimas de trata de personas. Queremos ser nosotras y nosotros los protagonistas de este cambio y que el gobierno nos acompañe, y no al revés. Queremos que esta campaña mueva corazones y almas y que resuene incluso entre las personas que hoy están atrapadas en las redes: que escuchen que millones de corazones vibran con un mismo ritmo, deseosos de salvarlas. 

La campaña #CorazonesUnidos empieza hoy. Va por las supervivientes, por las que luchan por sobrevivir, por las que están cautivas y por las que podrían estarlo. Ellas cuentan contigo como el mejor regalo posible, ese que recibió Sandra Ferrini a los 45 años. 

Y si has llegado hasta acá, quiero hacerte un reto: #YoReconozcoA???? ti, lector, por emocionarte con nosotros. Bienvenido a la campaña #CorazonesUnidos. Te estábamos esperando.



*Presidenta de la Comisión Unidos contra la Trata