Un nuevo centro de paz para acabar la guerra

  • Columna de Rosi Orozco
  • Rosi Orozco

Ciudad de México /

En los tiempos de las plataformas de streaming y los largometrajes que ya se pueden ver en redes sociales, lo que ha logrado la película “Sound of Freedom” es sorprendente: con una modesta inversión de 14.5 millones de dólares, la cinta que se posiciona contra la trata de personas ha recaudado más de 15 veces su inversión, sólo en Estados Unidos y Canadá.

En México, la película producida por Eduardo Verástegui y protagonizada por Jim Caviezel y Mira Sorvino, rompió récords en tiempos inciertos para el cine con la historia sobre el exagente Tim Ballard y su iniciativa para rescatar a víctimas, lo que ha reabierto la dicusión entre las familias mexicanas sobre la importancia de pelear contra la esclavitud humana.

“Sound of Freedom” está basada en hechos reales, pero ha tenido que suavizar la realidad para llegar al mayor público posible. Si la película hubiera mostrado sin filtros ni ediciones la vida de las sobrevivientes en el mundo real, como Areli, estoy segura de que la gente hubiera abandonado sus butacas a media película no por asco, sino por vergüenza de lo que hemos permitido como sociedad.

Areli es la víctima y sobreviviente de Noé Quetzal Méndez, “El Osito”, uno de los tratantes mexicanos más despiadados y quien alguna vez fue objetivo prioritario del FBI hasta su captura en 2012, el año en que México estrenó la ley general antitrata de personas.

Como prisionera de guerra, Areli sufrió violaciones, tortura y el asesinato de su padre por buscarla entre cientos de personas desaparecidas; como mujer libre, ahora tiene una hoja en blanco y escribe una nueva historia gracias al trabajo de organizaciones como @UnidosVsTrata.

Por eso es que recibirla este año en la Cumbre Internacional contra la Trata de Personas celebrada en Washington D.C. me conmovió tanto.

Areli sufrió tanto que alguna vez dudó de su valor como persona. Y años más tarde estaba en la capital de Estados Unidos reunida con otras sobrevivientes cuyas vidas han inspirado una doble creación: por un lado, a los personajes ficticios de “Sound of Freedom” y, por otro, la creación de un nuevo centro binacional para atacar la trata de personas.

Este centro —único en el mundo— inició labores a finales de julio y cuenta con el soporte financiero de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAP por sus siglas en inglés), así como el apoyo de legisladores, mandatarios, activistas, especialistas y periodistas, quienes serán guiados por los testimonios y conocimientos de sobrevivientes de este crimen que produce unos 150 mil millones de dólares anuales y que tiene esclavizadas, actualmente, a unas 50 millones de personas en el mundo.

Entre las acciones más urgentes de este nuevo centro están la creación de iniciativas para mejorar las leyes y de estrategias binacionales contra tratantes, promover la cultura de la denuncia, descriminalizar a las víctimas, asegurarse que el dinero ilícito vaya de regreso a las sobrevivientes y lograr que clientes explotadores sean llamados ante la ley como integrantes activos de las redes de trata de personas, entre otras medidas que ya no se pueden postergar.

Del lado norte del Río Bravo hay activistas, legisladores, mandatarios, políticos de todos colores que han prometido hacer lo impensable: dejar atrás la falsa polarización y trabajar de la mano en este centro con personas con capacidad para tomar decisiones en México con el fin de articular esfuerzos nunca antes vistos.

Un puñado de valientes alcaldes mexicanos, encabezados por Nallely Gutiérrez Gijón —presidenta de la Asociación de Municipios de México—, son la semilla de esa iniciativa al sur del Río Bravo. Entre ellos están Adrián Rubalcava de Cuajimalpa y Fernando Flores de Metepec, cuya experiencia barriendo con los giros negros de su demarcación, realizando campañas de prevención y capacitando a funcionarios para detectar a víctimas los hacen un ejemplo idóneo sobre cómo acabar con la trata de personas desde lo local sin afectar el desarrollo económico y con una perspectiva de derechos humanos.

El éxito de la película “Sound of Freedom” no es una casualidad. En un mundo cada vez más desigual, y donde hay grupos de poder que promueven que el ser humano está a la venta, la respuesta del público en el cine envía una poderosa señal a la sociedad: todas las personas de derecha, de centro, izquierda, estadounidenses, mexicanos debemos actuar en conjunto porque solo unidos haremos la diferencia.

Los indicadores de taquillas y el furor en las redes sociales de la historia guionizada del exagente Tim Ballard nos indica una cosa: el público no sólo desea ver historias felices o trepidantes, sino que busca historias con compromiso social que duren más en sus corazones que sólo 90 minutos. La gente quiere ver ética en la estética. Ser parte del arte.

En tiempos convulsos como los que vivimos, donde el conflicto armado entre el grupo terrorista Hamás y el gobierno de Israel mantienen en vilo al mundo por el futuro de las poblaciones más vulnerables, se vuelve urgente tomar una postura activa por las niñas y niños del mundo, quienes durante las guerras suelen ser los primeros en ser atrapados por las redes de trata de personas.

Así que, bienvenidos y bienvenidas todas las personas indignadas con el villano más despiadado de nuestros tiempos que es la trata de personas: el #RetoHojaEnBlanco y el “CPAC Center for Combating Human Trafficking” (“CPAC Centro para Combatir Trata de Personas) espera con los brazos abiertos para pasar de la acción de la pantalla a la acción en la vida real.


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