Todos los días sucede algo como esto: abro mis redes sociales y recibo decenas de imágenes similares. Niñas sonrientes con uniformes escolares, niños con sus playeras deportivas que sueñan con ser futbolistas, jóvenes con el cabello recién peinado, esperando una primera cita; mujeres que salieron de su casa con un traje sastre y el anhelo de volver a casa gritando: “¡Me dieron el trabajo!”.
Las fotografías son diferentes, pero siempre tienen una constante: van enmarcadas en un triste formato en el que aparecen sus datos personales, sus lunares o las cicatrices que se hicieron jugando en el jardín de la abuela, la última ropa que vestían, dónde los vieron por última vez y un teléfono que cada vez que suena retumba en la esperanza de esos seres queridos que están ilocalizables. Arriba de esas fotos salidas de álbumes familiares o extraídas de los portarretratos que adornaban la sala de un hogar siempre hay esto: un “Se busca” o un “¿Le has visto?”.
En la mayoría de los casos, cuando se perdieron no se encontraban dentro de un giro negro. No mercadeaban droga ni vigilaban los accesos de ninguna carretera que conecta con una tierra narca. Tampoco eran criminales ni hacían negocios turbios. Simplemente cometieron el “error” de sentirse seguros en la calle, mientras regresaban de la escuela, iban a su trabajo o salían con sus padres. Confiaron en que vivían en un país que creían su casa, no el patio de mafiosos.
Desafortunadamente, los programas de televisión, las redes sociales o los cientos de textos que se han escrito de este delito aún no logran alertar a todas las niñas y niños, familias enteras, del peligro que corren ante un delito lucrativo, transnacional y creciente como es la trata de personas.
Conservadoramente, la Organización Internacional del Trabajo ha calculado que este negocio ilícito acumula 150 mil millones de dólares anuales, lo que lo coloca solo debajo del narcotráfico y en empate técnico con el tráfico de armas. Su red es tan poderosa y tan millonaria que engulle a cualquiera, sea cual sea su género, edad, nivel de estudios o posición socioecónomica, aunque —como la mayoría de los delitos de alto impacto— son las personas menos favorecidas quienes son atrapadas con más facilidad.
Así como el gobierno ha creado, en distintos momentos, estrategias nacionales para frenar los secuestros, los homicidios y la extorsión, es hora de una cruzada nacional contra la trata de personas.
Es tiempo ya de que el próximo Presidente de México ponga sobre el escritorio de sus secretarios de Estado la necesidad de encontrar soluciones a corto y largo plazo para este delito. Indispensable castigar toda la cadena de explotación, incluyendo la demanda.
En el segundo debate presidencial, realizado en Tijuana, Baja California, la moderadora y periodista Yuriria Sierra colocó a la trata de personas entre los temas de discusión. En un hecho histórico para el país y las víctimas, los aspirantes al más alto cargo político de la nación fueron confrontados sobre su plan para acabar con la explotación humana.
De cuatro aspirantes, solo dos respondieron. Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, el único independiente, presumió cifras positivas —sin detallarlas— durante su gestión como gobernador en Nuevo León y aseguró que replicaría a escala nacional lo que hizo bajo su mandato, es decir, operativos encubiertos contra tratantes. Sin embargo, dijo que Nuevo León es la única entidad donde se ha hecho trabajo de investigación infiltrada, lo cual es falso, pues la actual ley general faculta a cualquier entidad a hacer pesquisas de ese tipo, tal y como se ha hecho con la ayuda de fiscalías aliadas en Ciudad de México, Estado de México, Coahuila, y más.
El segundo en responder fue José Antonio Meade, quien habló de la necesidad de enfrentar con firmeza y prioridad a la trata de personas en el contexto de sus propuestas para la seguridad fronteriza.
Meade ha grabado sus #CompromisosVsTrata y es ya uno de los videos con más aceptación en la campaña.
Lamentablemente, los otros dos candidatos nada han dicho.
Cuando la oportunidad de hablar del tema tocó en sus atriles, sus oídos ensordecieron. Preocupa, además, porque uno de ellos es el puntero en las encuestas, a quienes las probabilidades ubican más cercano a ganar la elección del 1 de julio: Andrés Manuel López Obrador, de la coalición Juntos Haremos Historia, y el otro que no respondió fue Ricardo Anaya, de Por México al Frente.
Pese al silencio, las víctimas, asociaciones civiles y activistas no perdemos la esperanza en que pronto se manifestarán sobre este tema con la importancia que se merece. Estamos a menos de un mes de las elecciones.
Los dos candidatos a la Presidencia de la República que hablaron unos minutos del tema y los dos que se quedaron callados aún gozan del beneficio de la duda, porque confiamos en que no pueden ser tan indolentes frente a las fotografías de miles de desaparecidas y desaparecidos que se cruzan en sus redes sociales cuando piden el voto de los mexicanos.
¿Dónde están sus propuestas, señores candidatos? ¿Dónde está su compromiso para legislar en contra de las mafias y establecer condenas ejemplares para estos delincuentes, candidatos a senadores y diputados? ¿Quién será el gobernador valiente que libre a su estado de este azote? ¿Quién quiere ser el presidente municipal cuya carta de ascenso en el servicio público sea terminar con las casas de cita en sus comunidades, donde se embriaga a niñas para abusar de ellas?
Alcaldes de Ciudad de México, presidentes municipales, regidores, todos aquellos que hoy nos están pidiendo un voto: ¿quién se levantará para erradicar la trata de personas, la llamada esclavitud moderna? ¿Quién quiere el enorme honor, el privilegio, de haber colocado entre sus prioridades de gobierno el rescatar a una niña de un burdel, a una adolescente de una casa de citas, devolver con su familia a un adolescente raptado para pizcar amapola?
Es por ello que desde la sociedad civil pedimos a todas y todos los candidatos a cargos de elección popular que se sumen a la campaña #SiTienesMADRE con la que quienes trabajamos de la mano con víctimas y autoridades podemos seguir construyendo un México más seguro, pero especialmente libre de trata de personas.
Si un candidato no se compromete con esta causa que lesiona a las familias, a la sociedad entera, existe la posibilidad de que en su campaña haya dinero sucio y esté cuidando los intereses de estos delincuentes. Un candidato que no se compromete no merece tu voto, porque es indiferente al dolor de una niña al ser violada, un niño al ser prostituido, al infierno que vive un padre al no saber del paradero de sus hijas, a la impotencia de aquel al que se le ha robado su libertad.
Dale tu voto a quien esté decidido a salvaguardar tu integridad y la de tu familia. Que no consuman un día más de campaña sin estar obligados a manifestarse en este tema. Sepan, Andrés Manuel, Ricardo, José Antonio, Jaime, todas y todos en campañas en pos de un puesto político, que perderán el voto de miles de mexicanos si no se comprometen por escrito o en video a terminar con la esclavitud moderna en todas sus formas.
Lograr un México más seguro es tarea de todos. Aún tienen tiempo para demostrarnos, candidatas o candidatos, que la seguridad de las familias de nuestro país es su prioridad.
Demuestren que tienen un plan para acabar con este infierno y que las próximas fotografías que veamos en redes sociales no tendrán un “Se busca” o un “¿Le has visto?”, sino un “Felicidades, nuevo licenciado” o un “Feliz cumpleaños, hija”.
*Presidenta de la Comisión Unidos contra la Trata AC