“El que tenga oídos, que oiga”

Jalisco /

Jesús, al terminar la parábola de El Sembrador, dijo a quienes lo escuchaban: “¡El que tenga oídos, que oiga!”. Luego, recuperando lo dicho por el profeta Isaías, sentenció: “Por más que oigan, no comprenderán; por más que vean, no conocerán, porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda…” (Mateo 13, 9-15).

El pasado sábado, miles tomaron las calles. La gota que derramó el vaso fue el asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, Michoacán. Este hecho concitó indignación contenida, e incluso la importancia frente a la violencia, la extorción, las desapariciones de personas, la pérdida y perversión de instituciones de contrapesos para evitar la concentración del poder de lo público. Fue una manifestación contra la indolencia y cinismo del poder público, así como contra la desconfianza, el desencanto.

Sábado intenso, pero con el riesgo de ser efímero si la indignación no se “ve”, “oye” y comprende para un cauce de “justa” o “santa indignación”. Sábado intenso con gritos (aparte los grupos típicos reventadores al final de las manifestaciones).

A diferencia de otras manifestaciones, considero, estas incorporaron elementos no impuestos; elementos significativos y resignificados que hicieron causa común: el sombrero del movimiento de Carlos Manzo, la bandera pirata del manga japonés “One Piece”, que se ha transigificado con diversas causas a escala global y local hasta ser intergeneracional (fenómeno de hipermediaciones y transmedia); música y canto identitario como “Ilusión 98” y “Gimme Tha Power”. ¿Qué no decir del lábaro patrio?

¿Qué sigue? Ha comenzado la imposición de una narrativa sobre lo sucedido. Una narrativa de contraste y que alimente la polarización (aún más). Las más extremas (los extremos son iguales y se confunden) serán tan dañinas y perversas en la medida en que sean reducidas a una visión simplista de los hechos y lo que sucede, impidiendo “ver” y “oír” el fondo en medio del griterío.

Se requiere, estimo, alimentar la esperanza en medio de la desesperanza; superar lecturas y visiones maniqueas; reconocer lo local y particular; identificar y alimentar las causas comunes en medio de la diversidad de los reclamos; romper las burbujas mediático-digitales sobre los hechos, su lectura y comprensión a través del diálogo, análisis, debate y comprensión cara a cara en grupos vecinales, de amistades, en los centros de educación-formación.

Surgirán, espero, nuevos liderazgos que deberán ser observados, fiscalizados. Liderazgos que pasen el crisol de visiones, propuestas y acciones únicas. Liderazgos que propicien causas comunes reconociendo y apoyando las diversas y específicas.

Pasada la intensidad habrá que darle profundidad. Utilizar los oídos para escuchar; y los ojos para observar.


  • Rubén Alonso
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