Del miércoles 2 al 27 de octubre, se desarrollará en el Vaticano la segunda etapa del Sínodo de la Sinodalidad, iniciado en 2021, un encuentro histórico que a diferencia de otros sínodos de obispos, este bien podría tener como referencia, pero con diferencias sustanciales por su naturaleza, al Concilio Vaticano II (1962-1965) de la Iglesia católica.
En septiembre de 1965, a meses de concluir el Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI recuperó el modelo sinodal para la Iglesia latina como una institución permanente con la finalidad de conservar el espíritu dialogante entre los obispos, pero con una característica: institución de consulta del Papa con obispos sobre temas específicos. De los resultados de cada sínodo (15 ordinarios, 11 especiales y 3 extraordinarios: ver https://bit.ly/3Y3qWTY y https://bit.ly/3zsSY1J), queda a decisión papal retomar lo abordado y emitir una exhortación apostólica post-sinodal, y no descartable algún reforma).
El sínodo que hoy está en marcha tiene particularidades que lo diferencian de los anteriores, considerándolo “histórico” por su forma (dialogante y no reservado sólo a obispos) y fondo (ver: https://bit.ly/4dq16Ob; sitio oficial:https://bit.ly/4gUD1lM). Desde fuera, algunos podrían enmarcarlo como “democrático”, e incluso “revolucionario”, pero es más que esos modelos.
El tema no es monotemático, sino que impulsa a un cambio de raíz a partir de la naturaleza de la Iglesia, con lo que se asemeja al impulso y provocación del Concilio Vaticano II. Tal vez por ello ha generado reacciones al interior de la Iglesia, de pequeños grupos, más cercanos al inmovilismo; e incluso, expectativas de “reformadores”.
Zanjando posiciones extremas, el papa Francisco ha puntualizado sobre su objetivo: “El proceso sinodal debe ser un retorno al Evangelio; no debe tener entre sus prioridades alguna reforma ‘de moda’, sino preguntarse: ¿cómo hacer llegar el Evangelio a una sociedad que ya no lo escucha o se ha alejado de la fe? Preguntémonos todos eso”, por ello, Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para las Comunicaciones del Vaticano, ha puntualizado: “no son reformas ‘de moda’. No las agendas que –por un lado– abogan por cambios funcionales que terminan clericalizando a hombres y mujeres laicos, ni aquellas que – por el otro– apuntan a restaurar la época pasada en la ola del neoclericalismo”.
El Sínodo de la Sinodalidad que llega a su segunda etapa no es término de este, sino culmen de un proceso intenso a partir del cual entrará a la etapa de profundidad, pues se construyó a partir de escuchas desde las periferias para llegar a un centro, inclusivo que ofreció un paso hacia adelante recuperando el espíritu del Concilio Vaticano II.