El Mundial sigue siendo de todos, los estadios no

Jalisco /

El Mundial de futbol sigue siendo, quizá, el evento más democrático del planeta. Se ve en casas, en bares, en plazas públicas, en pantallas improvisadas y en celulares. Se grita el gol igual en una colonia popular que en una zona residencial. En ese sentido, la Copa del Mundo sigue siendo de todos. Lo que ya no es de todos son los estadios.

Hoy, entrar a un estadio mundialista se ha convertido en un filtro social muy claro. No cualquiera cruza esos torniquetes. Ahí sólo caben dos tipos de personas: quienes pueden pagar un boleto sin que eso les mueva un pelo del bolsillo, y quienes, aun sin poder hacerlo con holgura, están dispuestos a todo con tal de estar ahí.

Porque también existe el aspiracionista. El que pide un préstamo, vende un coche, empeña algún bien o compromete meses —o años— de ingresos para comprar un boleto de precio estratosférico. No lo hace sólo por el futbol. Lo hace por lo que representa estar adentro.

En realidad, el partido es casi lo de menos. Lo verdaderamente valioso es la foto. La selfie desde la tribuna. El video corto con el estadio de fondo. Ese mensaje silencioso —pero muy claro— que se envía a familiares y amistades: “me está yendo bien, puedo estar aquí”. No importa si fue a meses sin intereses o con deuda; lo que importa es la narrativa.

Así, el estadio se vuelve un escaparate social. Un espacio donde no sólo se juega futbol, sino estatus. Donde el boleto no compra únicamente un asiento, sino la posibilidad de codearse, aunque sea por 90 minutos, con quienes sí pueden pagar sin sacrificios una experiencia de ese nivel.

Eso no significa que el Mundial haya dejado de ser popular. Al contrario: nunca se había consumido tanto, nunca había generado tantas conversaciones, memes, análisis y emociones. Lo que cambió fue el acceso a la experiencia física. El Mundial se masificó en las pantallas y se elitizó en las gradas.

Al final, lo que se vende es la vivencia de haber estado ahí. De haber pisado un estadio mundialista. De poder decir, años después, “yo estuve en un Mundial”. Y eso, sin duda, será un recuerdo que se contará toda la vida, aunque haya costado más de lo que se podía pagar.

El Mundial sigue siendo para todos. Pero los estadios ya son otra historia. Hoy no ganan los que más saben de futbol, ni los que más aman a su selección. En las tribunas ganan los que pueden… y los que están dispuestos a aparentar que pueden.


  • Rubén Iñiguez
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.