Han pasado 482 años desde la fundación de la capital de Occidente, nuestra querida perla tapatía. En todo ese tiempo, Guadalajara nunca había tenido una presidenta electa por voto directo. Era una idea que, hace apenas 15 o 20 años, parecía imposible. Pero los tiempos cambian, y la presencia de mujeres en posiciones de poder, tanto en la política como en la iniciativa privada, es hoy una realidad cada vez más evidente. Y no, no es solo una cuestión de género.
Las mujeres han tenido que abrirse camino en un entorno muchas veces hostil. Han conquistado espacios que antes les eran negados, y lo han hecho enfrentando grandes obstáculos. Pero ahí reside precisamente la clave del éxito: no esperar a que todo se acomode por sí solo, sino luchar por cada oportunidad.
Hoy, casi medio milenio después, Guadalajara tiene su primera presidenta. Verónica Delgadillo, una mujer que convenció al electorado con su historia y su carácter. Creció en Talpita, una de las colonias más representativas de la ciudad, pero también una de las más olvidadas y golpeadas por la desigualdad en los últimos años.
Los padres de Verónica le inculcaron el valor del esfuerzo constante, enseñándole que las cosas se ganan con trabajo, mérito y disciplina. Esa es la formación que ha llevado a la presidencia de Guadalajara a una mujer que no solo representa a su género, sino a una visión distinta de gobernar.
Los tapatíos decidieron apostar por alguien que encarna empatía, nobleza pero a la vez mucha determinación, en lugar de un candidato morenista con amplia experiencia pero con una forma de hacer política que, se ha caracterizado por dejar muchos heridos en su camino, por no respetar acuerdos y por el constante agandalle como una práctica cotidiana.
El voto por Verónica Delgadillo no fue solo un voto de género. La ciudadanía de Guadalajara vio en ella una opción sólida, una plataforma política que prometía una mejor gestión para la ciudad más importante del estado. Ahora, el gran reto para este nuevo gobierno municipal será si puede seguir los pasos de sus predecesores y aspirar a la reelección, o incluso a algo más grande: la gubernatura de Jalisco, donde una mujer aún no ha sido elegida por voto popular.