La tarde del domingo, la violencia en México cobró otra víctima en la figura de Alejandro Martínez Noguez, un periodista que fue asesinado a balazos en Celaya, Guanajuato, mientras realizaba una cobertura sobre un accidente en la carretera Celaya-Villagrán. A pesar de contar con protección debido a amenazas previas, Martínez Noguez no pudo escapar al destino que parece esperar a muchos de los que se dedican a la noble tarea de informar.
La trágica muerte de Martínez Noguez no es un caso aislado, sino una constante de violencia que azota al gremio periodístico en México. Bajo la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, el país ha mantenido el lamentable récord de ser el más peligroso del mundo para los periodistas, con al menos 37 periodistas asesinados en los últimos seis años, la cifra no solo es alarmante, sino una condena a la libertad de expresión y al derecho a la información.
México se ha convertido en un campo minado para aquellos que se atreven a investigar, cuestionar y denunciar. Artículo 19, una organización dedicada a la defensa de los derechos de los periodistas, registró 561 agresiones contra la prensa durante 2023. Esto significa que, en promedio, un periodista o medio de comunicación es atacado cada 16 horas. Estos números no solo representan estadísticas frías, sino historias de vidas truncadas y voces silenciadas. Casos como el de Juan Carlos Hinojosa Viveros, reportero desaparecido en Nanchital, Veracruz, y los asesinatos de Ismael Villagómez en Chihuahua, Jesús Gutiérrez en Sonora, Nelson Matus en Guerrero, Luis Martín Sánchez en Nayarit, y Marco Aurelio Ramírez en Puebla, son testimonios del riesgo constante al que se enfrentan los periodistas mexicanos.
La labor de un periodista es fundamental en cualquier democracia. Son los ojos y oídos de la sociedad, aquellos que desenmascaran la corrupción, exponen la injusticia y dan voz a los que no la tienen. Sin embargo, en México, esta labor se convierte en un acto de valentía que puede pagarse con la vida. La impunidad que rodea estos crímenes es una herida abierta que no solo afecta a las familias de las víctimas, sino a toda la nación. Cada periodista asesinado es una ventana al mundo que se cierra, una verdad que queda sin ser contada.
El nuevo gobierno mexicano encabezado por Claudia Sheinbaum deberá de tomar medidas concretas para proteger a los periodistas y garantizar que los responsables de estos crímenes enfrenten la justicia. No basta con solo promesas y discursos; se necesitan acciones contundentes que demuestren un compromiso real con la libertad de prensa.
La muerte de Alejandro Martínez Noguez y de tantos otros no puede quedar en el olvido. Debemos recordar sus nombres y su trabajo, y seguir luchando para que ningún periodista tenga que morir por hacer su labor. La prensa libre es un pilar de la democracia, y protegerla es responsabilidad de todos. En honor a los que ya no están y por aquellos que siguen informando pese al peligro, no podemos permitir que el silencio se imponga.