Al hablar de pobreza se piensa en escasez de recursos, alimento, agua potable o salud, cuando la realidad es que el problema es la distribución de los recursos mundiales según las zonas político-geográficas, trayendo desigualdad económica, pues los recursos si existen para satisfacer las necesidades de todas las personas en el mundo.
Cuando se habla de pobreza, se hace referencia a un estado en el que se encuentran las personas, pues es ajeno a su voluntad, es decir, que se está pobre y no se es pobre.
En México, 52 millones de personas se encuentran en situación de pobreza y 9.3 millones en pobreza extrema. La gran paradoja es la desigualdad que existe en nuestro país, pues el 1% de la población tiene el 43% de la riqueza de todo el país.
Partiendo de la desigualdad del país, puedo identificar algunas condenas a las que se encuentran las personas empobrecidas de manera directa o indirecta.
La primera de ellas, es la malnutrición. Ejemplo de ello, es la desnutrición que en zonas urbanas es del 11.1% y en las zonas rurales es del 21%, así como el gran porcentaje de obesidad con el que cuenta el país.
Esta condena está relacionada con la segunda, las enfermedades, tales como la diabetes, que es la principal causa de muerte de los adultos en México, así como enfermedades del corazón.
El problema se agrava al tener dificultad de acceso a los servicios de salud, ya sea por distancia de sus zonas rurales, por la saturación o por la falta de seguro social.
Otro tipo de condena es el trabajo infantil, de hecho, actualmente se contabiliza a más de 2 millones de niños y adolescentes entre los 5 y 17 años trabajando, es decir, el 7.5% de la población total infantil del país.
Lo peor de la situación es que el 40% no recibe un salario.
Lo cual los sitúa en situación de riesgo, no solo de explotación sino también en una última condena; poder ser utilizados para la delincuencia organizada.
Estamos ante la urgencia de evitar que se sigan incrementando las desigualdades económicas en nuestro país, pues las condenas nos están llevando no solo a una crisis de seguridad, sino de salud.
Salvador.castillo@iberotorreon.edu.mx