Ricardo Anaya tiene garantía de salir adelante en la finta autoexculpatoria de acusar daño moral siempre y cuando no haya video, grabaciones o cuentas bancarias correlacionadas.
Los compañeros políticos de Anaya, beneficiarios de las sintéticas mieles de los dos sexenios previos, no pueden ser la imagen del panismo que requiere el juego democrático nacional.
Ojalá que Anaya despliegue, así sea con algunas cartulinas y fotos con las cuales convenció a algunos en la campaña de 2018, alguna estrategia creíble y verosímil que nos demuestre cómo él mismo no comparte la corrupción que se orienta hacia sus compañeros de poder. Claro está, en el supuesto probable pero debatible de su propia ingenuidad e inocencia respecto de las prácticas de sus amigos de partido.
Ya está aquí una recrudecida oleada de reprobación popular al PAN y al PRI. Es muy difícil imaginar desconocimiento de los líderes panistas de los procesos aludidos en la denuncia del priista Emilio Lozoya y en el video hasta ahora estelar.
Igualmente inverosímil parece que los líderes y patrones de varios años de las primeras víctimas ignoraran lo que ocurría y que otras voces panistas habían advertido desde 2007 y durante el sexenio pasado.
El gobernador de Querétaro, Francisco Domínguez, no explicó qué hará o qué se dispone a hacer para esclarecer qué ocurrió con el dinero recibido por su particular en una situación en que aparece otro integrante de ese partido. Solamente ese hecho acredita una acción concertada.
La prensa investigadora nacional y de Querétaro, tierra de Anaya, así como las autoridades, tienen en sus manos ampliar las aristas del asunto.
Los señalados por el dedo “infame” y abundante de “bajeza” de Lozoya involuntariamente consiguieron que un solo tema, como pocas veces, hegemonizara los encabezados de los principales medios este jueves.
La presunción de inocencia, que debemos invariablemente respetar, no es obstáculo, sin embargo, para confirmar que estamos comenzando a ver la punta del iceberg de graves eventos.
Todavía hay ventajas en adherirse al “criterio de oportunidad” de presuntos responsables.
La mediatización de la denuncia parece desmantelar técnicamente su impacto judicial y confirma su inevitable politización, especialmente expresada desde la voluntad del presidente Andrés Manuel López Obrador.
En el fuero íntimo de los panistas honestos, de los cuales las voces al respecto no se escuchan claramente, debería gravitar una exigencia de justicia específica y preguntas concretas respecto del conocimiento de los casos, que deben tener, por ejemplo, los dos ex senadores señalados en el video.
Lamentablemente el PAN es golpeado; es un partido cuya segunda posición actual hace alguna justicia al buen nombre de su origen. Sus prácticas internas y el contubernio con el tricolor destruyeron el contraste ético con el PRI de las primeras décadas de la segunda mitad del siglo pasado.
El nuevo régimen ha puesto a temblar a varios después de generar su latente furia desde la derrota de 2018.
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