La doctora Estefanía se levanta cada mañana con un dolor profundo de cintura. Antes de hacer el primer esfuerzo para incorporarse tras el mundo de los sueños, se toca el área donde está la columna vertebral. La sensación es la de traer tres hilos amarrados a la espalda baja y de ellos cargando una piedra. "Son los nervios, es mi peso, es el cansancio, yo qué se", se dice, pero no tiene tiempo de pensar en eso porque debe atender a sus dos hijos, darles de comer, encargarlos con la vecina que los cuida en sus clases virtuales, bañarse, e irse a su consultorio.
Se recibió de médico general hace cuatro años, y sus circunstancias no le permitieron seguir una especialización. Buscó trabajo en instituciones públicas, pero al no encontrar, se empleó en una clínica de bajo costo en un barrio de la Ciudad de México. "Era eso o dedicarme a otra cosa para sacar a mis hijos adelante", me cuenta. Gana entre 7 y 9 mil pesos al mes.
Estefanía tiene obesidad y diabetes desde hace 2 años. Cuando la crisis sanitaria por el brote de Covid 19 inició pensó en dejar de trabajar unas semanas debido al riesgo que enfrenta. Pero a la postre eso fue imposible de sostener y un día se arregló, tomó dos cubrebocas, una careta, y todas las medidas que pudo para enfrentarse a la pandemia y seguir trabajando. "Cuando era chica se decía que los médicos ganaban muy bien; eso cambió. Somos muchos los que no tenemos espacio en el sector público ni en grandes hospitales privados. Tengo colegas también que están en clínicas particulares y ganan menos que un taquero ambulante”.
¿A qué lado del discurso polarizado del presidente Andrés Manuel López Obrador pertenece Estefanía? ¿Al de los médicos del sector privado que no merecen ser vacunados, al de la población vulnerable, al de los necesitados? ¿Se puede estar en ambos lados? La respuesta es sí.
Pero la diferencia es que para el discurso de polarización que viene desde el liderazgo político de este país no vale la pena asomarse a historias y vidas reales como las de Estefanía. Vende más votos decir “los médicos privados, porque ganan mucho dinero, no van a ser vacunados aún”.
López Obrador no ha cambiado de opinión desde que inició el arribo de vacunas y parece que no lo hará: primero los maestros, primero los médicos del sector público… primero otros, antes que los que, en su desfasado discurso “tienen privilegios”.
Hace unos días se modificó el reglamento del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y se eliminó el apoyo económico a académicos que laboren en universidades privadas.
La realidad es que la mayoría de los docentes de universidades privadas tampoco son ricos, y, como en el caso de los médicos, no son dueños de las empresas que los contratan. Sólo buscan hacer lo que su vocación les dicta, y sobrevivir.
Lo de las vacunas, lo del SNI, lo del rechazo a la iniciativa privada en la reforma energética, entre otras acciones y , sobre todo retóricas, entran dentro del mismo discurso que solo busca confrontar, dividir y clasificar a los mexicanos por el lugar donde trabajan.
“La división de la sociedad en clases implica la existencia de lugares objetivos en el proceso de producción y en la división social del trabajo”, señala el sociólogo Marco Jesús García sobre ideologías como el marxismo.
Pareciera que el discurso del Presidente se resume en reciclar la fórmula de etiquetar y dividir. Un discurso de lucha de clases pero mal aplicado, además.
La diferencia aquí es que hay vidas de por medio: un médico del sector privado atiende directamente a pacientes que, como hemos visto en este ya año recorrido, pueden solicitar consulta por uno u otro síntoma, y en realidad padecen Covid 19. La revisión de rutina incluye tocar y analizar partes del cuerpo, retirar el cubreboca del paciente, tener contacto directo con secreciones que pudieran estar infectadas. ¿No son héroes también?
Como dice Estefanía, hace años que en México los doctores dejaron de ser aquellas figuras de altos ingresos para convertirse en parte de la clase media, y en otros casos media baja.
El porcentaje de los que trabajan en el sector privado y realmente tienen ingresos altos es bajísimo, frente a los que no. Pero pareciera que el discurso de “primero los pobres” quiere ser acomodado con calzador ante todas las situaciones que se presenten para fortalecer el mensaje rector político. Para los intereses políticos.
Pero, mientras, doctoras como Estefanía seguirán tocándose la columna, del cansancio o del estrés, de poder infectarse y presentar complicaciones graves, o quizás morir.
SANDRA ROMANDÍA es periodista de investigación. Coautora de Narco CDMX (2019) Grijalbo; y Los 12 Mexicanos más pobres (2016) Planeta y ganadora de la beca María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia.
Twitter: @sandra_romandia