La autocensura es el peor enemigo del periodista

Ciudad de México /

La autocensura es nuestro peor enemigo y siempre buscamos la manera de echarle la culpa a terceros debido a nuestra ineptitud, inoperancia, miedo o limitaciones para ejercer el periodismo como debiera ser.

¿A qué me refiero? Las amenazas de muerte que recibimos son ínfimas en comparación con las veces que preferimos callar porque consideramos que pudiera ocurrirnos algo si seguimos adelante con la nota. O sea, “amenazas manifiestas” como las que recibió Azucena Uresti y otros compañeros son la excepción dentro de un universo plagado de malas prácticas que impactan mucho más en nuestro profesión que las veces que nos ponen una pistola en la sien.

Y esta manera de operar de cada reportero se origina en dos variables muy claras: 1) la preparación profesional para trabajar en “zonas de conflicto” (México) es casi nula y la mayoría de las veces exageramos nuestros miedos porque el desconocimiento nos gana. 2) El gobierno nunca implementó un plan efectivo de protección que nos blinde para seguir trabajando a pesar de las amenazas.

Aún recuerdo mis primeras experiencias en Colombia con colegas locales a quienes se les había asignado custodia o planes mixtos de seguridad que abarcaban desde gasolina a camionetas blindadas y diferentes opciones según el nivel de riesgo del periodista. ¿Evita que los ataquen? A veces sí, otras no y siempre hubo debate respecto al gasto gubernamental y otros detalles, pero la iniciativa demostraba que el gobierno cafetalero entendía el contexto violento que rodeaba a la prensa de su país.

Aquí, pues… estamos a la deriva y lo más extremo a lo que podemos llegar se relaciona con denuncias de entidades de derechos humanos u organizaciones no gubernamentales que se solidarizan por el periodista amedrentado y hacen pública la posición para intentar visibilizar la situación.

Ante esto y sumándole que la mayoría de los periodistas se han topado con esta guerra en sus calles sin siquiera pedir cubrirla; el resultado se reduce a cientos de colegas que trabajan en situaciones límites sin conocer los protocolos adecuados que los potencien como profesionales.

Y por eso en el primer párrafo te nombré a la autocensura como el mayor enemigo del periodista en México y de las ciudades más hostiles del planeta. Nos callamos de más por nuestras propias incapacidades, pero también porque nos sentimos descobijados. Estamos solos y no sabemos cómo avanzar. ¿Qué ocurre? Es más común leer trabajos incompletos que radiografías quirúrgicas del crimen organizado o del narco en México. Siempre hay que esperar uno o dos libros porque sabemos que en TV o papel le daremos la vuelta de una manera u otra. ¿Que hay periodistas que son la excepción? Siempre los habrá, pero son los menos dentro de un universo mediático que tiene décadas caminando esta guerra sin entender cómo atravesarla con la antorcha encendida.


Por Santiago Fourcade


  • Santiago Fourcade
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