Pueden engañarnos de muchas formas pero dudo que puedan con nuestra percepción; con esa capacidad que tenemos de percibir el entorno y darnos cuenta de la realidad y no de la película que generalmente nos quieren vender.
Conclusión que hoy quiero compartirte utilizando el contexto violento que rodea otra vez Nuevo león y la típica verborrea política para decirnos que todo está bien y que el problema es la coyuntura covidense que nos apabulla desde hace dos años
¿Y sabes qué? No compro ese argumento porque nuevamente quieren vernos la cara de tontos al desligarse de las responsabilidades que las autoridades municipales y estatales tienen sobre una cuadrícula metropolitana que otra vez exuda malandros por todos lados.
Perdón, acabo de darme cuenta que malandros suena al que roba carteras en la calle y aquí es otra cosa. Nuestro problema es el crimen organizado, mafias y narcotráfico a baja intensidad. Tridente que se manifiesta en las estadísticas porque comenzamos septiembre con el semáforo delictivo en rojo; números oficiales que posicionan los homicidios, secuestros, extorsiones y robos de vehículos como las cuatro categorías que lideran el ranking de delitos en el estado y que conectándolos nos dirigen (inevitablemente) hacia las organizaciones criminales más complejas.
Ejemplos abundan y según el enfoque pudiéramos discutir varios aspectos; desde el escándalo en San Pedro por los policías presuntamente involucrados en un secuestro a la intensidad constante que Monterrey demuestra con asesinatos conectados con extorsiones y robos de vehículos. Una dinámica que ha padecido el primer cuadro desde hace tiempo porque la mancha urbana comercial es territorio fértil para (al menos) tres organizaciones criminales que entrelazan operaciones en la zona.
¿Queremos culpables? Lo obvio es caer sobre el ecosistema de transición gubernamental con todos los políticos señalándose entre sí porque unos se van y otros llegan con sus nuevos mandos. Típica retórica que tiene cierta validez porque cada período pos electoral dispara los delitos pero que no exime a las actuales autoridades del desfalco en materia de seguridad urbana y estrategia de prevención.
Y podemos señalar desde Jaime Calderón y Fasci a la estructura regia de Adrián de la Garza y el despapaye en San Pedro con un alcalde que cabildea entre sus incapacidades y la guerra interna por el control de un municipio donde la traición partidista sigue motivando las decisiones de los caciques de abolengo que mueven los hilos del poniente.
Moraleja: Viene el invierno y se pondrá cabrón. Las señales nos están anticipando que los grupos de poder le soltaron la correa a las organizaciones criminales pensando lo mismo de siempre: “Al rato les chiflo y vuelven. Yo las controlo”, un maldito error que los políticos cometen indefinidamente porque subestiman a una especie que no se puede domesticar.