Un haitiano vale más que cien hondureños

Ciudad de México /

Siempre me llamará la atención nuestra capacidad para asombrarnos de situaciones que reciclamos sin entender que tienen años ocurriendo a nuestro alrededor. Certeza que pudiera aplicar para mil cuestiones, pero que hoy la relacionaré con la migración caribeña a través de México y, por supuesto, Nuevo León.

Sí, me refiero a la gran cantidad de haitianos que pueblan las noticias como si estuviéramos frente a un fenómeno esporádico y de manera exponencial ponemos nuestra ceguera ante una pesadilla migrante que tiene varios años transformando los estratos socioeconómicos de la Sultana.

Con primacía de hondureños y salvadoreños que atraviesan México desde hace rato; la ola caribeña hace tiempo que también avanza por el país, pero varía según las rutas que se eligen para llegar a los Estados Unidos. Decisión de supervivencia que los migrantes toman según la violencia en cada estado y donde deben elegir entre Tijuana, Ciudad Juárez o la frontera tamaulipeca para cumplir su sueño americano.

¿Qué ocurre? Desde hace años se sabe que Reynosa y Nuevo Laredo son los puntos más peligrosos para cruzar por la dinámica sanguinaria entre el crimen organizado y las fuerzas policiales. La ramificación de cárteles sobre la frontera chica y la conexión de tráfico de personas con Nuevo León ha vuelto este corredor como el más evitable por la mayoría de migrantes centroamericanos.

Y por eso hoy, la sorpresa por la gran cantidad de haitianos no debiera ser a que por primera vez están saliendo de su país y sí al cambio de rutas acostumbradas para llegar a Estados Unidos. ¿Qué es Haití desde hace años? Quitando algún país africano, quizá el peor del planeta en cuestiones de expectativa de vida, pobreza extrema, crisis de seguridad y catástrofes (tsunamis /terremotos) que azotan la isla cada año como si Lucifer pagase por ellas.

Ante esta pesadilla y el cambio de rutas en México, lo que estamos viendo es el mismo problema que tenemos años denunciando en Nuevo León, pero ahora nos sorprendemos porque ¿son de raza negra? Pregunta válida y sin ningún sesgo porque pareciera que hubiéramos vuelto parte de la escenográfica a los hondureños, salvadoreños y guatemaltecos que ya ni siquiera nos llamaban la atención. Coyuntura donde también hay miles pidiendo trabajo y quedando rezagados de un sueño gringo que los espanta por las matanzas en la frontera tamaulipeca. ¿O dime si me equivoco? Sobre las vías, los semáforos y debajo de los puentes viven cientos de ilegales pidiendo oportunidad y el sistema los trata con desdén casi como si no existieran desde hace una década.

¿Y ahora nos daremos golpes de pecho por los haitianos? ¡Es lo mismo, pero nos encanta disfrazarnos de falsa moral y purgar nuestros pecados! Y ojo porque no tengo nada en contra de ellos, pero me incomoda nuestra hipocresía para tratar diferente la misma problemática. Pantomima diplomática que me recuerda al acaramelado recibimiento a las refugiadas afganas mientras que la frontera chiapaneca es un símbolo del abuso autoritario hacia el migrante centroamericano.

Démosle unas semanas a esta cuestión y verán que todo se diluye. Los haitianos serán absorbidos por la escenografía urbana y miraremos hacia otro lado sin importar que el éxodo migrante siga aumentando a través de nuestras fronteras, debido a una coyuntura pandémica que empujó a más de 400 mil personas a cruzar México durante los últimos 6 meses.

Santiago Fourcade


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