Los historiadores tienen una deuda con Cleopatra. Siempre se ha escrito de ella desde la parte vencedora y casi siempre fueron hombres los que escribieron de ella. Su nombre significa “la gloria de su padre” y efectivamente lo fue.
En la época en que gobernó Egipto, el conocimiento naval era fundamental o para la defensa del reino o para la expansión de este. Cleopatra lo sabía y por eso era una extraordinaria comandante naval, habilidades que le sirvieron en la lucha por defender su gobierno, bajo el contexto de un mundo convulsionado por las traiciones y las aspiraciones personales.
Pero más que ese conocimiento que le fue indispensable para gobernar, Cleopatra tenía otras habilidades mucho más valiosas -creo-, que le sumaron tanto batallas como amoríos: era una excelente diplomática y era una lingüista que aprendió el idioma de los egipcios para gobernarlos. De hecho, apenas inició su reinado allá por el año 51 a.C., llevó a cabo su primer viaje a Hermontis, cerca de Tebas, en donde habían descubierto un toro sagrado. En ese viaje entiende que, entre otras cosas, debe aprender el idioma de sus súbditos.
La llegada al poder de Cleopatra no fue fácil y su gobierno menos. Hereda las deudas de su padre quien le debía a la República Romana un montón de dinero. Le toca enfrentar una hambruna en los primeros años de gobierno y varias rebeliones de todos cuantos se unen en su contra para quitarle el gobierno. Va sola contra los hombres y sortea tantas conspiraciones como golpes militares.
La historia de Cleopatra hasta su relación con Julio César es más o menos constante, pero los historiadores romanos y los griegos cuentan dos versiones distintas a partir de esta relación. En algún momento dado de la historia, Cleopatra envía emisarios ante César y, a partir de ese momento, las guerras entre Roma y Grecia van a determinar la historia del mundo poshelénico y el inicio del imperio romano que ya estaba en ciernes.
En fin, el mundo de hoy no sería el mismo sin Cleopatra, una soberana culta, inteligente y dotada de una extraordinaria habilidad para la mesa de negociaciones como para la guerra. Fue una mujer poderosa, increíblemente moderna para su época, y al mismo tiempo capaz de sentir grandes pasiones amorosas. Antes que bella fue una mujer culta que recibió los mejores regalos de la época: pergaminos y documentos de los poetas griegos en sus versiones más originales que había por esos años.