Una dura y fuerte elección tienen los estadounidenses en puerta. No solo los problemas de la pandemia han marcado estos tiempos sino también el del factor religión en estas elecciones. Los protestantes evangélicos blancos siempre han apoyado a Trump y a los republicanos en estos últimos tres años. Una encuesta publicada por el Pew Research Center a inicios de la pandemia, en marzo de este año, revelaba el apoyo de los protestantes evangélicos y de otros grupos religiosos. Las decisiones tomadas por Trump en el contexto eran aceptables. Pero la encuesta también revelaba otro dato: más de la mitad de católicos blancos encuestados, desaprobaba esas decisiones.
A unas semanas de las elecciones y por extraño que nos parezca, los demócratas cuentan con un candidato católico y los republicanos con uno protestante. El mundo maniqueo y bipartidista de los Estados Unidos obligará a que sean los creyentes más religiosos los que decidan en función de la religión del candidato y no en función de otros temas relevantes.
Una decisión por cierto nada fácil porque el candidato demócrata cuenta con el apoyo total de los californianos, estado que se ha convertido en uno de los cinco principales que mayores miembros de representación aporta. Y, a la par, el presidente Trump se ha ganado el desprecio de muchos ciudadanos de segunda o tercera generación, nacidos en Estados Unidos, pero que han sido discriminados sistemáticamente por las políticas del presidente.
Adicionalmente, la proporción de los votantes elegibles blancos no hispanos disminuyó entre 2000 y 2018 en los 50 estados pero en 10 de ellos, esa disminución fue de dos dígitos.
Un último dato de la encuesta del Pew también es fundamental en el contexto actual. “Encuestas pasadas han demostrado que las personas sin afiliación religiosa, los protestantes negros y los judíos tienen más probabilidades de identificarse como demócratas que republicanos, mientras que lo contrario es cierto para los protestantes evangélicos blancos”.
En este contexto, si tuviera que elegir, nunca votaría por Biden pero tampoco lo haría por el actual presidente. Ese es el inconveniente del bipartidismo estadounidense.