La máquina de odio (II)

Guadalajara /

La entrega pasada, escribí sobre la industria de la desinformación llamada astroturfing. Para alcanzar su propósito de informar maliciosa y sesgadamente a la opinión pública sobre un tema en particular, los hilos que mueven la producción de noticias y contenidos maliciosos utilizan los bots, los trolls y la creación de ecosistemas ficticios, entre muchas otras herramientas. Los ecosistemas ficticios siempre se refieren a otros actores que se unen a la desinformación de un tema en particular, pero que aparenta ignorar que el contenido que comparten es falso, calumnioso y malicioso. En realidad, forman parte de la estrategia, pero no se dejan ver como parte de ésta. Y, en realidad, este tipo de información maliciosa siempre va a provocar un discurso de odio en línea.

Pero el odio online no se queda en los algoritmos ni en el mundo digital; necesariamente va a salpicar la vida real. Ahí, en las calles, en las escuelas, en los trabajos, la desinformación se materializa alimentando los estereotipos,los prejuicios y la discriminación contra la persona o grupos de personas contra quienes está dirigida la campaña. Con la desinformación, el intolerante, el racista, el que incita al odio, el que hace apología, el xenófobo, cualquiera que tenga un prejuicio o un estereotipo respecto de algún grupo vulnerable, atacará la vida, los derechos y los objetos de los grupos en riesgo.

En este sentido, es importante precisar que el prejuicio es la opinión o idea acerca de un grupo sin realmente conocerlo. Con las redes sociales y la era de la desinformación, lo que se cree de ciertos grupos está basado, en la mayoría de las ocasiones, en información incorrecta, errónea y maliciosa, fabricada para la destrucción del grupo. Con el mundo digital en nuestros suspiros, la relación causal entre desinformación y discurso de odio es más que preocupante en el mundo.

En su Informe Raxen de 2023, el Movimiento contra la Intolerancia de España plantea un sinfín de problemas estructurales en España por los cuales no se puede avanzar en el combate al discurso de odio pero, al mismo tiempo, pone el dedo en la llaga de la sociedad al advertir que: “El aumento en todo el mundo de discursos que incitan a la violencia y a la discriminación, socavan la cohesión social, la convivencia, la concordia y la tolerancia, causan daños psicológicos, emocionales y físicos que no solo afectan a individuos y grupos específicos hacia los que se dirige, también a las sociedades en general con un efecto devastador cuya escala e impacto son mayores que nunca o causa de las nuevas tecnologías que convierten el discurso de odio en uno de los métodos más frecuentes para expandir la intolerancia y la confrontación a nivel global”. Es decir, pone el punto sobre la í, al aportar las consecuencias sociales e inmediatas de ese discurso de odio y de la discusión que nadie quiere tener.

De la discusión entre la libertad de expresión y el discurso de odio, escribiré la siguiente entrega la semana que viene.


  • Sara S. Pozos Bravo
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