Una hoja de ruta para la vida

Jalisco /

Cuando en 1817 Mary Shelley publica Frankenstein o el Moderno Prometeo, no había considerado convertirse en una de las primeras obras denominadas como ciencia ficción. Avanzada a su época, la autora deja ver la relación del creador con su creación e, implícitamente, reflexiona sobre algo tan sencillo como elemental: la creación de la vida. Su novela gótica y su obra más famosa, en muchos puntos analiza en voz de Frankenstein las decisiones del creador, de su propio autor: “¡Creador insensible y despiadado…! Me otorgaste sensaciones y pasiones, y luego me arrojasteis al mundo para desprecio y horror de la humanidad.” Diálogos como este los encontramos en la novela de Shelley, por lo que algunos filósofos y escritores han sostenido que la trama de la novela es de índole moral y existencial, es una crítica a Dios y plantea, de manera indirecta, la relación del ser humano con Dios.

Miles de años antes de la publicación del Frankenstein, en la Biblia se narra una historia complicada en la que Dios decide compartir una especie de secreto con Abraham. Era una decisión que Dios ya había tomado, pero consideró oportuno hacérsela saber a Abraham. De acuerdo con lo narrado en el libro de Génesis, en los capítulos 18 y 19, los ángeles habían dado una instrucción específica a Lot, sobrino de Abraham: no mirar hacia atrás y una vez que hubieran salido de la ciudad, no debería detenerse.

Con Lot iban su esposa y sus dos hijas. Las tres habían escuchado las indicaciones recibidas. Luego, hay otro diálogo en el que Lot pide no destruir una pequeña ciudad cercana a la que irían a refugiarse. Zoar se llamaría ese pequeño pueblo. Pero cuando la destrucción llegó, cuando el azufre y el fuego acababan con las ciudades, la mujer de Lot no pudo con el agudo morbo de ver con sus propios ojos la destrucción.

La mujer de Lot me recuerda a la trama del Frankenstein, aunque la forma en la que una y otra, en la que la esposa de Lot y Shelley, abordan la relación con su propio creador es diferente. La mujer de Lot -el menos en la narración bíblica- no cuestiona a Dios, pero algo pasaba por su cabeza. En la obra de Frankenstein, Shelley plantea una especie de amargura entre el protagonista y su creador.

Cualquiera que hayan sido las razones de ambas mujeres, no lograron entrever la hoja de ruta para la vida que estaba frente a ellas. La esposa de Lot entendió el mensaje como una imposición y, al sentirla así, se sintió obligada a desobedecerla. Shelley crea un monstruo que cuestiona cada decisión de su creador, por lo que la infelicidad es la parte de monstruosidad del personaje.

El mensaje real, el que ninguna de las mujeres logra ver, es encontrar la hoja de ruta para la vida. ¿Cuál es esa hoja de ruta? Seguir adelante. No mirar atrás. Segur y no te detenerse. Seguir y encontrar en otra ciudad un lugar de paz para vivir. Este era el mensaje que no se entiende, pero que ahí está.


  • Sara S. Pozos Bravo
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