La solución a la crisis climática pasa inevitablemente por América Latina y el Caribe. Esta afirmación puede sorprender a algunos (no estamos acostumbrados a que la región sea protagonista de grandes tendencias globales), pero es necesario tenerla en cuenta para dimensionar nuestro papel en la sostenibilidad del planeta.
Por un lado, ecosistemas naturales como el Amazonas, el Caribe, los páramos argentinos y chilenos, la Patagonia, la Mata Atlántica, los bosques de Tumbes en el Chocó y Magdalena en Colombia, la corriente de Humboldt o el Gran Chaco, por nombrar solo algunos ejemplos, tienen un papel crucial para moderar eventos climáticos extremos, regular el clima y capturar carbono. Se calcula que un tercio de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que se necesitan en la próxima década pueden lograrse mejorando la capacidad de la naturaleza para absorber emisiones.
En paralelo, tenemos un indiscutible potencial climático: contamos con 25 por ciento de los bosques del mundo, 70 por ciento de la biodiversidad, un tercio del agua dulce, proveemos 14 por ciento de la producción mundial de alimentos y albergamos 33 por ciento de los mamíferos, 35 por ciento de los reptiles, 41 por ciento de las aves y 50 por ciento de los anfibios.
Estas ventajas naturales evidencian por qué la región es de soluciones ante el cambio climático, y tienen ramificaciones en sectores como transición energética, adaptación, seguridad alimentaria, soluciones basadas en la naturaleza o protección de la biodiversidad.
Este es justo el mensaje que debemos difundir en la Cumbre del Clima de Dubái (COP28) para lograr que nuestra voz, planteamientos y soluciones tengan una mayor presencia en las negociaciones climáticas. En primer lugar, estamos anunciando desde CAF —Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe— una inversión de 15 mil millones de dólares hasta 2030 para impulsar medidas de adaptación y gestión de riesgos de desastres naturales. Este monto triplica las inversiones de la institución en este ámbito en los últimos cinco años y la refrenda como un actor líder de la acción climática regional.
Adicionalmente, hemos llevado, por primera vez en la historia de las cumbres climáticas, un pabellón para articular los intereses de la región. Esta plataforma generará nuevas alianzas para avanzar en la acción en clima y biodiversidad y, sobre todo, para recordar al resto del mundo que somos una región de soluciones.
El Pabellón LAC es un espacio de encuentro, debate y análisis sobre las cuestiones más candentes de la acción climática en la región, y está a disposición de las delegaciones latinoamericanas y caribeñas, medios de comunicación, ONG, líderes comunitarios, comunidades indígenas, pueblos afrodescendientes y sociedad civil.
En este espacio analizaremos el valor agregado de la región en los diferentes frentes del cambio climático. Por ejemplo, a nivel agrícola, un sector que ya está sufriendo los impactos del calentamiento global en forma de degradación del suelo (14 por ciento de ésta ocurre en la región), de reducción de cultivos deseados o de proliferación de malas hierbas y pestes, América Latina y el Caribe tiene un potencial envidiable. Según la FAO, tenemos las mayor proporción de tierras cultivable (28 por ciento) y para 2050 el mundo demandará 60 por ciento más de alimentos.
América Latina y el Caribe también tienen mucho qué decir en la transición energética, fundamental para limitar el calentamiento global en línea con el Acuerdo de París. Para lograr una transición rápida y alcanzar la neutralidad en carbono a escala mundial en 2050, necesitaremos aprovechar sosteniblemente los recursos hídricos, biomasa y minerales de la región. Si bien esta transición debe ser rápida, también debe ser justa e inclusiva, asegurando que se provea energía accesible, continua y segura para todas las personas.
En la visión de América Latina y el Caribe como región de soluciones es imprescindible incorporar la voz de las comunidades locales, en especial de los pueblos afrodescendientes y las comunidades indígenas, que aportan una mirada propia del relacionamiento con la naturaleza. Estas soluciones se deben considerar las miradas y fortalezas de los contextos particulares.
La COP28 es un escenario idóneo para reivindicar el papel de América Latina y el Caribe en la solución a la crisis climática. En Dubái se esperan compromisos claros (en especial de los países más contaminantes) para reducir las emisiones y lograr la carbono neutralidad a 2050, pero también más recursos para medidas de adaptación, urgentes en los países en desarrollo, que paradójicamente han contribuido poco al cambio climático, pero recibirán sus peores efectos.
El liderazgo de América Latina y el Caribe en la acción climática global representa una gran oportunidad para la región, pero también es una necesidad para el planeta. Nuestras soluciones climáticas, nuestros recursos naturales y nuestros ecosistemas estratégicos son imprescindibles para lograr economías sostenibles y para vivir en un mundo más justo, habitable y sostenible.