Kindisch es una marioneta, que el señor Korc, vendedor de títeres para el teatro, olvidó en el asiento de primera clase en el tren. Era su preferido, vestido de pantalones largos color gris, camisa blanca y una corbata de moño de color azul claro y un bombín que hace juego con el pantalón. Quedó atrapado entre la ventanilla del tren y el asiento; ahí comienza su aventura, pues se dispuso a escuchar todas las historias que contaban los pasajeros que se sentaban en esos asientos marcados con los números 2A y 2B:
Los primeros en subir en la siguiente estación fueron dos hermanos, socios de producir nueces en un gran campo de nogales, que su padre les había heredado; charlaban de que había sido muy productivo y los clientes siempre hablaban de su calidad, precio competitivo y tiempo de entrega oportuno, mismos factores que ahora habían perdido su control y como consecuencia los clientes principales se habían cambiado a la competencia.
Discutían qué debían hacer para recuperar lo perdido, cuando Kindisch comenzó a hablar sin que ellos se percataran, pero de alguna manera repetían lo que ese títere decía: adquieran una máquina clasificadora del producto, hagan una encuesta de mercado para escuchar al cliente y atender sus necesidades, la cadena de distribución debe ser más corta, eliminen a intermediarios; en los siguientes meses lo llevaron a cabo y no solo recuperaron su mercado, sino invirtieron en la compra de un campo más para incrementar su producción.
En la siguiente estación subió un joven que hablaba solo, estaba desesperado porque lo habían despedido de su empleo actual; Kindisch, preocupado, lo consoló, hablándole al alma, diciéndole que era hora de emprender un negocio propio basado en sus talentos y competencias, mismo que al bajarse del tren y convencido de que así debía ser, inició a gestionar. Hoy es un empresario exitoso en el ramo de la proveeduría de alimentos.
Una serie de magníficas ideas; ¿ahora quién mueve los hilos? _